Popyrin culminó una semana perfecta ante Rublev para alzarse con el título en Montreal desde la posición 62 del ránking ATP
Nacido hace 25 años y ocho días en Sidney, a más de 16 000 kilómetros de Montreal, Popyrin siempre ha sido un jugador rocoso y luchador, pero no de esos que metes en la quiniela con los ojos cerrados. El torneo canadiense, propenso a deparar sorpresas en las últimas ediciones, se presentaba como una oportunidad de oro para tenistas del denominado segundo escalón, los Humbert, Dimitrov, Fritz...aquellos posicionados entre el 10 y el 30 del ránking. Sin embargo, al igual que Carreño en 2022, Popyrin estaba dispuesto a dejar perplejo a propios y extraños.
Las ausencias eran notables, pues Alcaraz, Djokovic o Rune, entre otros, optaron por quedarse en casa. Sinner se irguió como el principal favorito a llevarse el entorchado, pero el italiano se volvió a resentir de su cadera en su encuentro de cuartos y abrió el cuadro todavía más si cabe. Un camino del que, por si fuera poco, ya se habían caído Medvedev, Tsitsipás y Tommy Paul a las primeras de cambio. Al aussie poco parecían importarle las bajas, él se centró en su juego, muy lejos del foco mediático y con las ideas claras. Machac en primera, Shelton en segunda ya supuso una declaración de intenciones, pero el choque con Dimitrov supuso la confirmación definitiva.
Ante el búlgaro supo sufrir lo indecible, aprendió a no bajar los brazos antes de tiempo y, tras levantar tres bolas de partidos, se llevó el billete de acceso a cuartos debajo del hombro. Un día más tarde, con el suspense de la lluvia por el medio, hizo lo propio para salvar dos `match balls´ frente a Hurkacz y colarse en unas `semis´ donde Korda no fue rival. Misma tónica se vivió en la final en la que, pese a ser un lunes, el público respondió y Popyrin se hizo grande. Borró por completo del mapa a Rublev, otorgando la sensación de que él era el jugador experimentado sobre la cancha.
La presión del circuito profesional
Australia ha sido, históricamente, una cuna de tenistas de renombre. Pese a ello, y por extraño que pueda parecer, llevaban 21 años sin gozar de un ganador de Masters 1000. Kygrios, la principal figura `aussie´ de los últimos tiempos, o Alex de Miñaur, actual top 10, si quiera estuvieron cerca de lograrlo. Lleyton Hewitt ya no volverá a poseer dicho honor, sino que le toca a Popyrin portarlo. Un tenista al que la presión del circuito le ha hecho retroceder en determinadas ocasiones, más aun tras una etapa junior encomiable donde se coronó en Roland Garros.
«Cuando ganas un Grand Slam en juniors, piensas que el próximo paso será sencillo, pero no es así. Romper la barrera del Top 500 es muy difícil. Llegar al Top 250 es muy difícil. Estar en el Top 100 es otro nivel. Mantenerse en el Top 100 es incluso más complicado. Romper la barrera del Top 50, incluso más», explicó en un alarde de sinceridad tras su victoria. Quizás Montreal haya sido el punto de inflexión en la carrera de un tenista la que todavía le queda mucho que ofrecer, de un tenista que entró siendo el 62 del mundo y se va dentro del top 30, asegurándose ser cabeza de serie en el US Open.
Mañana, en principio, jugará la primera ronda de Cincinnati ante Monfils. Allí, en tierras estadounidenses, defiende los 180 puntos de los cuartos de final de 2023, pero ahora eso poco parece importarle. Es el niño que se ha hecho hombre, un jugador al que tener muy en cuenta a partir del próximo envite. Por el momento, ya se podrá retirar con los mismos Masters 1000 que Thiem, Wawrinka, Cilic o Del Potro; absolutas leyendas del deporte.
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