Schwartzman ha levantado este viernes un trofeo exótico en un lugar donde los horarios de los partidos se rigen por las mareas
Cada julio, desde hace 38 años, Luanco celebra un particular torneo de tenis en su playa. La pista, instalada en mitad de la arena, vive durante muchas horas del día inundada por el mar y sus algas. Por la noche, cuando la marea baja, se prepara todo para que se pueda jugar al tenis. Arena compacta, barras metálicas, sillas para el juez…todo queda en un estado impoluto. Un escenario único rodeado por una gradas que permiten a más de 2000 espectadores presenciar el espectáculo desde 50 euros los cuatro días de competición.
La idea surgió de un grupo de amigos que no encontraban un lugar en su pueblo para jugar al tenis, al deporte que más les llenaba. Desde entonces, con ligeras modificaciones, se engalana Luanco cada año para recibir a jugadores de la talla de Carlos Moyá, Juan Carlos Ferrero, Gastón Gaudio, Alex Corretja, David Ferrer, Pablo Carreño o Feliciano López. El toledano acudió a la edición de 2023, donde recibió un homenaje por parte de todos los allí presentes debido a su inminente retirada. Este año, en mitad de una ardua preparación para los Juegos Olímpicos por parte de los mejores del mundo, Diego Schwartzman optó por conocer las excentricidades de Luanco antes de decir adiós a la raqueta.
Levantó el título tras deshacerse en la final de su compatriota Pedro Cachín. Luanco no reparte puntos ATP, sino que se trata de una exhibición, palabra que definieron a las mil maravillas los dos argentinos con puntos inverosímiles en la noche de ayer. Y, es que, el enfrentamiento no arrancó hasta las 22 horas debido a las ya mencionadas mareas. El hecho de jugar por la noche los hace también diferentes al igual que convierte a sus postes de luz en míticos para los amantes de la pelotita amarilla.
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Olor a algas
El olor a algas al entrar al estadio es tan icónico como el torneo mismo. Ello, sumado al sonido de las olas rompiendo a escasos metros y a las gaviotas sobrevolando las gradas, son imágenes que, anualmente, dan la vuelta al mundo. «Nuestros amigos no entienden que se pueda jugar en una superficie así y nosotros tampoco«, comentaba entre risas Schwartzman tras su último choque allí. Pese a ello, se mostró muy sorprendido «por la calidad del juego que se puede desarrollar en la playa».
Son muchos los tenistas que han regresado atónitos y con ganas de regresar a Luanco tras participar en alguna de sus ediciones. Jaime Fillol, el mejor chileno de los 70, recordaba con nuestros compañeros de CLAY como «a medida que pasaba la noche te ibas preocupando de terminar pronto pensando que en cualquier momento el mar vuelve”. Y, es que, el mar no espera, motivo por el que tan solo se llama a ocho jugadores por edición.
Otra peculiaridad más de la cancha es su inclinación, pues la playa de Luanco, al igual que la gran mayoría, no es plana. La pista se inclina hacia la derecha, haciendo los desplazamientos laterales más complicados o más sencillos dependiendo de hacia dónde sean. “Cuando toca correr en el sentido a favor de la inclinación, ¡vas lanzado! El problema es cuando te la tiran al otro lado. Ahí es muy difícil llegar corriendo de subida«, explicaba Fillol.
Recuerdo a Manolo Galé
La cita también sirve, desde hace cuatro ediciones, para recordar la figura de Manolo Galé, tenista asturiano que falleció en 2019. Se trató de una persona que luchó lo indecible por poner a Asturias en el mapa del tenis nacional e internacional. Con el como presidente de la Federación Asturiana de Tenis, la Copa Davis viajó a su ciudad natal, Avilés, en 1972,1983 y 1992; y a Oviedo en 2012. A nivel nacional era muy querido por todos, incluso por los David Ferrer, Rafa Nadal y compañía, quienes recibieron muchos trofeos de formación de la mano de Manolo Galé.
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