Rafa Nadal, probablemente, no vuelva a disputar un partido oficial en suelo español. Ante la incógnita de su futuro, una única frase resuena en las cabezas de todos los aficionados al tenis: Gracias, Rafa
Tuvo que hacer Lehecka el mejor partido de su corta carrera para apearte de Madrid y de la Caja Mágica. Una pista a la que te has agarrado con uñas y dientes desde tus inicios, donde has conseguido triunfar pese a que las condiciones no se adaptaban a tu estilo y, sobre todo, un lugar en el que has sido feliz y nos has hecho felices. Tú mismo lo has repetido en varias ocasiones durante estos días, “el deporte es emoción”, y tu capacidad para transmitirla inigualable. Quizás en estos últimos días ha sido cuando más se ha rendido el público contigo, vibrando con cada punto, coreando tu nombre hasta la saciedad, como si tuviéramos la necesidad de devolverte una milésima parte de todo lo que tú nos has brindado.
Tu mejor momento en Madrid fue en 2005, una final vertiginosa que, si te soy sincero, he tenido que ver repetida, pues apenas levantaba un palmo del suelo de aquella. Y eso es, precisamente, uno de los logros más grandes a lo largo de tu trayectoria, la forma en la que has unido a generaciones para animarte. Tu figura no entiende de edades, no existe un público objetivo cuando hablamos de Rafa Nadal. Algo inverosímil construido a través de tu actitud en pista, pero también de tu forma de ser fuera de ella. Sí, Rafa, no lo dudes, eres y serás un ejemplo a seguir para todo aquel que empuñe una raqueta de tenis a lo largo de su vida.
El hambre, las ganas, el pundonor y el orgullo que te ha llevado a obrar milagros un día tras otro. Aquel primer título, con Ljubicic enfrente, fue uno de los primeros. Remontaste dos sets, te rompiste el escafoides y pusiste en serio peligro tu futuro cuando ni siquiera llegabas a la veintena. Un acto temerario a la par que valiente, pero que resume tu carrera deportiva, la de ir superando obstáculos sin mirar más allá del próximo saque, de la próxima derecha, de una nueva `Nadalada´.
Uno de mis primeros recuerdos tuyos en la capital data de 2011, de un willy extraordinario que sobrevuela la cabeza de Djokovic y cae sobre la línea. Estaba siendo un partido extenuante y duro, donde Novak dominaba y tu resistías, achicando agua como buenamente podías. Muchos se habrían ido a la ducha mucho antes de lo que tu lo hiciste, pero tu aguantabas y respondías a la mínima que se abría la puerta. Un punto anecdótico, simbólico, que refleja a la perfección la frase que más se repitió antes del último servicio de Lehecka en la noche de ayer: “Cuando Rafa está en pista puede pasar de todo”.
Los siguientes triunfos sí que los pude disfrutar con más consciencia, entendiendo más lo que sucedía, dándome cuenta de cómo cada año eras capaz de adaptarte a situaciones irracionales, totalmente absurdas. Verte batallar con tenistas diez años más jóvenes, ver cómo eran ellos los que se desfondaban mientras tu permanecías intacto, guardándote el puño para sacarlo en el momento adecuado y hacer temblar la central, es profundamente inspirador.
Quizás ayer no jugaste tu último partido en España, quizás disputes la Copa Davis, quizás, por qué no, te reencuentres con tu físico y confianza y alargues unos meses más tu vida deportiva. Ojalá lo hagas, pero por nosotros no te preocupes. Ya nos has dado mucho más de lo que se podía esperar cuando un chico melenudo debutaba en Madrid hace 21 años. Si sigues, disfruta, sino lo haces, disfruta. Hagas lo que hagas, gracias, Rafa.
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