El suizo levantaba los brazos en Montecarlo hace justo una década privando a Roger Federer de su ansiado título en el Principado
Stan Wawrinka puede presumir de haber levantado dos Grand Slam en la época de máximo auge del Big 3, algo tan solo comparable con lo conseguido por Andy Murray. El suizo siempre fue un jugador preparado cuando una oportunidad se le presentaba y al que las lesiones le han hecho mucho daño en la parte final de su carrera. Quizás pasara desapercibido, a la sombra de Roger, pero el de Lausana brilló con luz propia en más de una ocasión. En Montecarlo, hace diez años, tumbó a su compatriota en una final para la historia.
Una hazaña que contrasta con su situación actual, donde recibe más palizas que victorias y es duro verle sufrir sobre la pista después de las grandes tardes de tenis que brindó a los aficionados de la raqueta. La evidencia de ello es que, en el mismo escenario que le vio crecer, cayó de forma sonrojante frente a Alex de Miñaur hace apenas unas semanas. Deambulando por el puesto 87 del ránking después de haber alcanzando el tercer escalón y sin sensación de mejora…pero, ¿cómo fue el título de Wawrinka en Montecarlo?
Una semana perfecta
Llegaba en el mejor momento de su carrera, tercero del mundo y habiendo ganado el Australian Open a un maltrecho Rafa en la final hacía meses. El sorteo no le favoreció, pues desde principios de semana tuvo que verse las caras con rivales de renombre. Eso sí, los fue despachando sin excesivas dificultades. Primero a un Cilic que pagó la inexperiencia de las grandes citas y cedió la cuchara en muy poco tiempo y luego a Almagro por incomparecencia, pues el español ni siquiera pudo presentarse a la cita.
Sin haber roto a sudar Wawrinka ya estaba en unos cuartos de final antológicos. Tan solo Berdych, quinto cabeza de serie falló de los ocho primeros a la antepenúltima ronda. Al bueno de Stan le tocó bailar con Raonic, quién no se encontraba del todo cómodo sobre tierra batida, pues sus saques y cañonazos no corrían tanto como en otras superficies. Lo aprovechó Stan de maravilla para deshacerse de él en dos sets y no gastar demasiadas energías de cara a la lucha por el título.
Quizás hubiese esperado tener que hacer frente a lo imposible en las `semis´, pues Rafa Nadal, diez veces campeón en el Principado por aquel entonces, iba por su parte del cuadro. Sin embargo, David Ferrer se encargó de hacerle el favor de dar la campanada, esfuerzo que luego pagó en su partido con el suizo. A Ferru le faltaron fuerzas para competir con un Warinka que volvía a colarse, aprovechando las oportunidades.
Final antológica con Federer
Aquel 20 de abril de 2014 los aficionados del club de tenis de Mónaco acudieron a ver la final con una certeza absoluta bajo el brazo: iban a ver ganar a un suizo. Wawrinka llegaba absolutamente imparable a la final, pero el momentum de Federer, quién había barrido a Djokovic en la otra semifinal, no era para menos. El choque entre dos de los mejores reveses a una mano de la historia no defraudó y dio lugar a una oda al tenis.
El primer set se lo llevó el de Basilea, que sabía de buena tinta lo que era caer en la final del Principado. Emitía aura de campeón, de cerrar un ciclo demasiado largo que auguraba un final feliz. Sin embargo, Wawrinka fue capaz de mantener la calma, llevándose el segundo set en un tie-break de infarto. La tercera manga ya no tuvo historia, Federer salió muy tocado de ese segundo envite y su compatriota voló hacia el título.
Aquella fue una de las tres ocasiones en veintiséis intentos que Wawrinka logró derrocar a su bestia negra. Todas sus victorias sobre Roger fueron en tierra batida y dos de ellas en esa central preciosa a orillas del Mediterráneo. Fueron pocas las alegrías que se llevó el de Lausane cuando se enfrentó a su compatriota, pero a buen seguro que aquel 20 de abril de 2014 sigue muy presente en su retina.
