AFICIÓN DEPORTIVA MASTERS Y WTA 1000,TENIS El inmenso legado de Nadal en Montecarlo

El inmenso legado de Nadal en Montecarlo

Nadal Montecarlo

El 16 de abril de 2021 pudo ser el último día de Nadal sobre la tierra batida de Montecarlo, torneo imprescindible para entender su carrera deportiva

Rafa Nadal, dispute o no más partidos en lo que resta de temporada, será recordado como uno de los mejores de la historia del tenis, sino el mejor. Al recordar su figura se tiende a recurrir a Roland Garros, su torneo por excelencia, donde ha roto todos los récords e incluso la organización le ha construido una escultura estando todavía en activo. Más allá del Grand Slam parisino, Barcelona y Montecarlo son los dos torneos que han marcado su carrera.

En la Ciudad Condal han llegado incluso a ponerle su nombre a la pista central y en Montecarlo han sido numerosos los homenajes que le han regalado. Sus números en el polvo monegasco hablan por sí solos: 73 victorias en 79 partidos disputados, lo que supone un 92,4 % de efectividad, once títulos, nunca ha perdido tras ponerse por delante en el primer set… Pero, ¿cuál ha sido su camino por la Rainiero III?

2005, el inicio de la leyenda

Un adolescente atrevido, con melena y que jugaba sin mangas comenzaba a irrumpir en el circuito, ya sabía lo que era ganar un título ATP e incluso derrocar al número 1, Roger Federer, en Miami. Pese a ello, todavía no había dado el paso en las grandes citas, en las pistas más emblemáticas del panorama, y ese Masters de Montecarlo 2005 sería su explosión definitiva. Confirmó que su actitud y modelo de juego estaba hecho para la tierra batida y que, a partir de ahí, iba a ser muy difícil derrocarle sobre dicha superficie.

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Acudió como el número 17 del mundo, aunque las múltiples ausencias le otorgaron el privilegio de ser el undécimo cabeza de serie. Hasta semifinales fue un auténtico rodillo, dejándose unos tres juegos de media por encuentro y endosando auténticas palizas a profesionales de la talla de Gaudio. En `semis´ se vio las caras con otro prometedor jugador de su generación, Richard Gasquet, que, como ha hecho siempre, hincó la rodilla ante Rafa, al igual que lo hiciese Coria en una final que todavía se disputaba al mejor de cinco sets por la época.

El último punto condensa el reflejo de toda una carrera y de un estilo de juego único, invirtiéndose de derecha constantemente, volando sobre el fondo de la pista y cerrando la final con un paralelo tras una dejada del argentino. Se dejó caer sobre la arcilla monegasca, alzó los brazos y miró emocionado hacia su box, donde estaba Toni Nadal. Una secuencia y unos gestos que repetiría de forma indefinida a lo largo de los años.

2006: Un enfrentamiento antológico con Federer

Un año fue suficiente para que, aquel jugador que había llegado a orillas del Mediterráneo como una promesa, regresase como una estrella y principal candidato al título. Ya era el número dos del mundo, gozaba de un Roland Garros bajo el brazo…y de varios torneos de renombre sobre el polvo de ladrillo. No se dejó ni un solo set hasta semifinales, donde Gaudio le sorprendió de inicio, pero acabó cayendo ante el incansable adolescente.

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Antes habían pasado por sus manos Coria, Lisnard o Clément sin ni siquiera hacerle sudar. El punto de mira de Rafa estaba puesto en Federer, el principal dominador del circuito por esos momentos. El suizo llegó a la final dejándose tan solo un set por el camino que, curiosamente, fue ante un jovencísimo y prematuro Novak Djokovic en la primera ronda. Como se encargaría Toni de recordarle a Nadal en la previa, Roger tenía todos los golpes mejores que él, por lo que solo le valdría jugar cada punto como si fuese el último para tener opciones de triunfar en Montecarlo.

Vaya si lo hizo Nadal, corriendo de lado a lado de la pista durante más de tres horas, sin dar una bola por perdida. Un trabajo que dio sus frutos y provocó que fuese Federer quién diese su brazo a torcer en el tie-break del cuarto set. Aplaudía el príncipe Alberto en la grada, y disfrutaba como un niño Rafa sobre la pista en el que ya era un duelo de contrastes. El atrevimiento y desfachatez del verde chillón y sin mangas de la camiseta de Rafa contrastaba con lo blanco, pincelado y estilístico del de Basilea.

2007 y 2008: Un dominio aplastante

Casi tres años se tiró Rafa en Montecarlo sin perder un set, arrollando a sus rivales y pasándoles por encima como si fuera un torneo de padres contra hijos. El gran damnificado de aquello fue Roger Federer, quién se cansó de llegar a la final una vez tras otra para ver la misma impronta todos los años, la de Nadal levantando el trofeo con él en un segundo plano. Berdych, Ferrero, Ferrer, Gasquet, Soderling…la nueva generación se iba conformando, pero eran dos los que estaban a años luz del resto.

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Contando el envite de 2006 fueron tres finales consecutivas del suizo con el balear, en las que, salvo la ya mencionada, no le consiguió arrebatar ni un set. Eso sí, las directrices habían cambiado y ahora la final también era al mejor de tres mangas. Aquel año 2008 fue histórico para Rafa, quizás uno de los mejores de su vida, pues conquistó Roland Garros, Wimbledon y los Juegos Olímpicos en apenas tres meses.

También fue el año en el que Novak Djokovic se asentó en la élite mundial y causó que ese grupo de dos dominadores tuviera que facilitar un hueco más en la mesa. El serbio se tuvo que retirar en `semis´ cuando perdía 6-3,3-2 frente a Federer por culpa de un proceso vírico que estaba sufriendo. Un torneo que también dejó una de las mayores remontadas de la historia por parte del suizo, levantando un 5-1 abajo en el tercer set frente a Ramírez Hidalgo en primera ronda.

2009: Djokovic ya es una realidad

No era la primera vez que se enfrentaban en una final de esas magnitudes, pues ya se habían visto las caras en Indian Wells o Queens, pero sí el debut en esa ronda en tierra batida. Sería el inicio de unos años de puro dominio de Nadal sobre Novak sobre polvo de ladrillo, pues Montecarlo sería el aperitivo de un tríptico que completaron Madrid y Roma, donde la balanza siempre se desequilibró para el lado del de Manacor.

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Al envite final Djokovic llegó mucho más castigado, pues las semifinales y los cuartos, ante Wawrinka y Verdasco respectivamente, habían sido muy duros. Una fatiga que se notó en el tercer set, donde Rafa voló hacia el título, mientras que al serbio le saltó la reserva de combustible tras el titánico esfuerzo realizado durante la segunda manga.  Fue uno de los 59 inexplicables duelos que nos han ofrecido a posteriori ambos en la que es una de las rivalidades más bonitas e igualadas de la historia del deporte.

Una semana, aquella de 2009 en Montecarlo, que causa morriña en muchos aficionados hoy en día por el enorme nivel medio que había. Wawrinka llegando a `semis´ tras cargarse a Federer a las primeras de cambio, Murray por el otro cuadrante junto a Nalbandian…o el tenis español viviendo su época dorada. Eran muchos los aspirantes, los jóvenes con ganas de comerse el mundo, pero solo Rafa el que ampliaba su vitrina año tras año.

2010 y 2011: La armada española en su máximo esplendor

El tenis español, más allá de Alcaraz y Davidovich a ratos, pasa por su peor momento del siglo, con muy pocos jugadores dentro del top 100 y dependiendo de Carlitos para todo. Una afirmación verdadera, pero que se acentúa más al compararlo con años pasados, donde los españoles tiranizaban el circuito con mano de hierro, sobre todo cuando de tierra batida se trataba. Ferrer, Verdasco, Almagro, Ferrero, Montañés, Robredo, Feliciano…un elenco al que le sobran los calificativos.

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Quizás una de las mejores muestras de ese dominio fue el propio torneo de Montecarlo de 2009, donde la afición española gozó de tres representantes en semifinales. Verdasco fue el encargado de derrocar a Djokovic en dicha ronda para citarse con Nadal en una final sin historia, donde el madrileño solo pudo sumar un juego a su casillero. Rafa era invencible por aquel entonces, firmando el que seguramente fue su mejor año allí, pues cedió de media 2´8 juegos por encuentro. Una absoluta barbaridad.

2011 sería otro gran año para nuestros intereses, pues esta vez fue Ferrer quién se citó con Nadal en la final. El alicantino cuajó una gran semana, aprovechándose de las prematuras derrotas de Verdasco y Federer para navegar plácidamente por su cuadro. Rafa, por su parte, tuvo que sufrir más que en anteriores ediciones debido, en parte, al buen hacer de Andy Murray. La final, una vez más, no tuvo color.

2012: El fin a ocho años antológicos

Todo lo bueno, por muy longevo que sea, tiene un final. Una frase que perfectamente se podría aplicar al retiro de Rafa, sea en los próximos meses o a finales de año. Sin embargo, 2012 no fue el caso ya que pasó por encima de sus rivales, de nuevo sin ceder ni un solo set y endosándole una paliza sin contemplaciones a Novak Djokovic en la final. Fue uno de esos días que la derecha de Rafa sale disparada tras botar sobre tierra batida, muy difícil de gestionar para sus oponentes.

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Tuvo mucho que ver también el estado mental de un Djokovic que, tras la muerte de su abuelo, no tenía la cabeza en el partido como reconoció a posteriori. “Yo estaba físicamente aquí y en términos de juego no he estado mal en toda la semana, pero fue un mal día. Para poder tener opciones de ganar a Nadal en tierra batida tengo que ser capaz de estar al 100%. Sin embargo, cometí un montón de errores no forzados. No estaba en la pista. No he jugado bien”, explicó.

Un año más tarde, en el mismo escenario, se tomó la revancha y puso un punto y aparte a la hegemonía de Nadal en Montecarlo. La situación fue muy similar a la de 2012, con ambos llegando a la final sin excesivos problemas, pero el desenlace fue distinto por primera vez en nueve años. Rafa había llegado ligeramente tocado al torneo, por lo que luchar hasta el final fue algo que tomó como positivo. “Competir con el jugador más en forma del momento y tener opciones de ganar el segundo set y, si lo consigo, ganar el partido, es para estar satisfecho«, confesó al término del choque.

2016: El regreso de un rey llamado Rafa Nadal

Hasta las carreras más inmaculadas tienen baches y la de Nadal no iba a ser menos. El balear pasó por varios años en los que los títulos se le resistían, en parte debido a la infinidad de lesiones que padeció, y en Montecarlo la historia no cambió. Ferrer, en 2014, y Djokovic, en 2015, alargaron esa sequía monegasca que aprovecharon Wawrinka y el serbio para sumar dos entorchados en su ciudad de residencia.

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2016 fue el año de su regreso y en el que demostró que, pese a no ser tan diferencial como en el pasado, podía seguir levantando títulos. Aterrizó en Montecarlo como el seis del mundo y sin la clara caracterización de favorito como antaño, pero a base de lucha y esfuerzo recuperó lo que es suyo. Tuvo un cuadro ciertamente complejo pese a la prematura caída de Novak, pues un jovencísimo Thiem, Wawrinka o Monfils no estaban dispuestos a regalar nada.

El galo, con todo el apoyo de los suyos que pasaron a Mónaco a animarlo, estuvo a punto de dar la sorpresa en la final hasta que, en el tercer set, Nadal silenció por completo a los allí presentes con un 6-0. Supuso el inicio de otra era imperial de Rafa Nadal en Montecarlo, que finalizó en el 2018, antepenúltima presencia suya allí. Destacable, también, el agónico enfrentamiento de semifinales ante Murray, en el que el escocés llevó al límite al de Manacor.

2017 y 2018: Un final de película

Rafa no ha podido asistir a las tres últimas ediciones de Montecarlo por lesiones y motivos varios y, tanto en 2019 como en 2021, llegó muy corto de preparación. Sus derrotas frente a Rublev y Foginini sirvieron, por entonces, de preparación para Roland Garros. Antes de ello, en 2017 y 2018, ya había ofrecido a sus fans un último baile digno de Michael Jordan sobre la arcilla monegasca.

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El primero de ellos fue una semana atípica, al ir cayendo los principales rivales a las primeras de cambio. Varios, como Murray o Cilic, lo hicieron de la mano de un Albert Ramos que dibujó la mejor semana de su vida colándose en una final donde Nadal pasó por encima de él. El balear tan solo tuvo que derrotar a un top 10, Goffin en `semis´, para levantar su décimo título en el Principado.

2018, por su parte, recordó a su época más gloriosa, pues apenas se dejó cuatro juegos de media por partido. Thiem, Dimitrov y Nishikori, oponentes que habían dejado a jugadores de la talla de Zverev o Djokovic por el camino, sucumbieron ante un Nadal que, de no ser por Madrid, hubiese hecho pleno en la gira de tierra aquel año. Un postre magnífico e insuperable que puso fin a los once títulos de Rafa en Montecarlo, una cifra que difícilmente se superará en el futuro.

El valor de los números

Muchas veces se tiende a recurrir a los datos para tratar de explicar la magnitud o relevancia de lo cosechado por uno u otro tenista a lo largo de su carrera. En el circuito masculino nadie ha ganado tantas veces en un mismo lugar salvo el propio Nadal en Barcelona y París, lo que habla todavía mejor de su figura. Su dominio ha sido el principal culpable de que Federer o Murray, entre otros, no hayan logrado ningún título allí.

Nadal Montecarlo

Si acudimos a la lista de jugadores que más han vencido en Montecarlo, hay que restarle ocho títulos al balear para que empate con Muster, Borg o Vilas. Por supuesto, nadie de su generación aparece en ese segundo escalón al compartir época con él. Otros españoles como Ferrero o Bruguera alcanzaron la gloria en el Principado en dos ocasiones cada uno, y cuando lo hicieron fueron tratados como superhéroes.

Sea como sea, no se trata solo de las cifras que ya hablan por sí solas, sino de las sensaciones que reflejaba Nadal cada vez que saltaba a la pista. Quizás no sea recordada como la Philippe Chartier a lo largo de los años, pero también hizo de ella el patio de su casa, su lugar de disfrute y entretenimiento. Su derecha despegaba como ninguna a nivel del mar, hecho que se asemejaba a Menorca, su casa. Montecarlo no necesita construir estatuas para saber que Nadal será siempre el amo y señor de su torneo.

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