Landaluce, después de colarse en el cuadro principal de Australia, está a tan solo un partido de hacer lo propio en Wimbledon
Tintín, como lo llaman muchos por su parecido físico al protagonista de los cómics, es la única esperanza española en la fase previa de Wimbledon. Y es que el resto de piezas, de baluartes con los que llegaba la delegación nacional en su desembarco a la capital británica, han ido cayendo uno a uno. Ni en hombres ni en mujeres. Tan solo Landaluce ha sido capaz de colocarse a un solo paso del cuadro principal. Sería la segunda vez que lo lograse en un grande después de Australia, la primera sobre hierba. ¿Obstáculos? Sólo uno, Alex Bolt.
Su torneo, hasta el momento, se ha caracterizado por la lucha, la garra y el saber estar en pista. Superó la primera ronda en el super tie-break del tercer set ante Passaro y, en la segunda, también tuvo que recurrir a la manga decisiva para tumbar al local Peniston. Ahora, si de un videojuego se tratase, ha alcanzado el nivel supremo, ese que no se puede aumentar más. No tanto por su rival, pues Alex Bolt cuenta con peor ránking que él, pero sí por la idiosincrasia reglamentaria. Al estar a un solo escalón del Olimpo, el partido se disputa a cinco mangas. Un terreno que, pese a la primera ronda de Australia en la que cayó en tres sets frente a Mc Cabe, es inhóspito para Landaluce.
¿Quién es Alex Bolt?
Un tenista más de la excelente hornada de australianos, pues son quince entre los mejores 200 del mundo. Sin embargo, su caso es particular. Llegó al profesionalismo en el 2011 con el mismo sueño que muchos, el de colarse (y asentarse) en el top 100. Una meta, mucha más ardua de lo que parece sobre el papel, que, hasta el momento, no ha conseguido alcanzar. Quizás por ello decidió dejar el tenis allá por 2016, cansado de luchar por la subsistencia. ¿El retiro? Corto, pero intenso.
Su cuñado le ofreció trabajo en la construcción. Muchas horas bajo el sol, encima de endebles andamios y haciendo grandes esfuerzos. Las duras condiciones laborales le recordaron lo afortunado que era por jugar al tenis y, sobre todo, le devolvieron el amor por la raqueta. Fue un punto de inflexión en su carrera, el momento en el que optó por seguir luchando fuese cual fuese la recompensa. Y, en 2019, se coló en el cuadro principal de ese torneo que observaba a 620 kilómetros de distancia cuando era un niño, el Open de Australia.
Actualmente, a sus 32 años, es un habitual del circuito Challenger a la par que combina con el dobles. Esta temporada, exceptuando clasificatorios, tan solo ha disputado un encuentro de nivel ATP. Dos menos que Landaluce, puesto que este recibió invitaciones tanto para Madrid como para Barcelona. En definitiva, este mediodía habrá mucho más de 30 puntos en juego o las mínimo 66.000 libras por caer en primera ronda. Es el sueño de dos tenistas de distintas generaciones por pisar un día más las instalaciones del All England Club y seguir opositando a estar entre los cien mejores del mundo.
Las chicas, KO
Si en el cuadro masculino Landaluce ya se había quedado solo a las primeras de cambio, en el femenino fueron hasta tres las españolas que accedieron a segunda ronda. Sin embargo, la tarde del miércoles fue dantesca para los intereses nacionales. Nuria Párrizas, Leyre Romero y Marina Bassols cayeron frente a Fruhvirtová, Sierra y Sibhahara respectivamente. Párrizas, que se postulaba como una de las favoritas al acudir como segunda cabeza de serie, poco o nada pudo hacer ante la tenista checa. Bassols, en resumidas cuentas, fue la única que dispuso de oportunidades, pero falló a la hora de la verdad tanto en la segunda como en la tercera manga.

Fuente: RFET
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