Djokovic sufre, pero vence a un correoso Popyrin (4-6, 6-3, 6-4, 7-6) que se aprovechó de un arranque dubitativo por parte del serbio
La hazaña de Novak Djokovic en Wimbledon va cogiendo color. El serbio, que parecía totalmente descartado para la cita londinense hace apenas un mes, engrasa su maquinaria a velocidades de vértigo. El primer día no tuvo ningún reparo para abusar de un inexperto y amedrentado Kopriva, el jueves sufrió con Fearnley y hoy, tras un primer set renqueante y a trompicones, pasó por encima de un desilusionado Popyrin. El australiano puso toda la carne en el asador en la primera manga, pero cuando Novak subió el listón no obtuvo respuesta desde el otro lado de la red.
Popyrin sorprende de inicio
Novak se había mostrado dubitativo frente a Fearnley, un jugador que, pese a estar en constante evolución, no cuenta con la experiencia o regularidad de Popyrin. El australiano se había enfrentado dos veces al serbio y en ninguna de ellas consiguió llevarle al límite, pero sus intenciones para el día de hoy iban a ser otras. Su gran servicio y buen juego en la red le favorecen ostensiblemente sobre hierba y eso es, precisamente, lo que más molesta a Djokovic, que sigue teniendo muchos problemas con el remate.
El ganador de 24 Grand Slams destaca, entre otra multitud de características, por ser un restador excelso. Unas respuestas a los servicios de su oponente que durante la primera manga fueron bastante erráticas, al igual que su juego desde el fondo de la pista. El porcentaje de puntos ganados con el primer servicio oscilaba el 90 % en el caso Popyrin, quién mantuvo su servicio sin excesivos problemas y sin tener que afrontar ni una sola bola de break. Una oportunidad de romper el servicio de su rival que el sí disfrutó y no desaprovechó, suficiente para hacerse con la primera manga (6-4).
Novak daba señales de debilidad, de incomodidad al juego directo propuesto por Alexander. Y, es que, el australiano parecía haberse preparado meticulosamente para la cita, como si tuviera todo controlado, el aire soplaba a su favor. Hasta cuando el marcador apretaba, con 30 iguales y 5-4 a su favor, los aces con segundo servicio aparecían a modo de salvación. Chispeaba fuera y se tomaba la decisión de cerrar el techo, una pequeña pausa necesaria para que Djokovic restructurase sus ideas.
Responde Djokovic
La reanudación ya reflejaba otra imagen, Djokovic entraba más enchufado al resto, poniendo muchas más bolas dentro y obligando a su oponente a tener que jugar más para llevarse los puntos. Eso, sumado a una mayor efectividad de passings y manejo de las situaciones cuando Popyrin subía a la red, permitió al serbio llevarse un tempranero break en el tercer juego de la segunda manga. A partir de ahí, y después de haber salvado una bola de contrabreak, voló hasta poner la igualdad en el luminoso.
El nivel del australiano también era más bajo, menos clarividente y desbordado cada vez que subía a la red. Lo que antes parecía un muro inexpugnable ahora hacía aguas, cuando antes firmaba casi un 90 % de puntos con el primer servicio, ahora apenas llegaba al 60 %. Todo ello condicionado por una mayor presión, por una bola más pesada del número 2 del mundo, pero también por la imposibilidad de mantener un nivel sumamente sólido durante tanto tiempo.
No ofreció respuesta el australiano, si quiera se acercó a incomodar el servicio de su rival y, más allá de su servicio, se encontraba indefenso. Dio la sensación de que se dejó ir, como si supiese que esta segunda batalla era ya una tarea perdida y que, al menos para él, resulta más beneficioso reservar todas sus energías para lo que venía.
El rodillo continúa
Como si de una vieja locomotora se tratase, la maquinaria de Djokovic fue engrasando hasta girar de una manera inmejorable en esta tercera manga. No tardó en ponerse por delante, ya no estaba para demasiados entretenimientos y, a la primera que pudo, le rompió el servicio a un Popyrin cariacontecido. La moral del australiano ya no era la de antes, sino que era muy consciente de que el monstruo estaba más despierto que nunca y que, de mantener ese nivel, tenía una quimera por delante.
Aunque no fue un resultado aplastante, pues Alexander no volvió a perder un juego al saque en lo que restó de manga, la superioridad era notoria. Djokovic sacaba con holgura sus juegos y, de esa manera, se aseguraba ponerse por delante cuando su luminoso llegase a seis juegos. La tendencia había cambiado por completo. Restaba cuando y cómo quería, apenas cometía dos errores forzados en todo el set y, como puntilla, ganó el 100% de los puntos con su primer servicio. El expreso a los octavos ya había partido con un destino irrevocable.
Djokovic lo cierra en el tie-break
La remontada otorgó Djokovic una cierta relajación que quizás le pasó factura en el arranque del cuarto set, pues Popyrin comenzó a llevarse sus servicios con mucha comodidad, recuperando así las sensaciones del principio. El paso de los juegos favorecieron al australiano que se iba creciendo con el apoyo de los aficionados, quienes le alentaban en busca de ver más emoción sobre la central. Se tambaleó en el alambre con 5-5 y 0-40, pero lo levantó, aunque el tie-break ya se le hizo bola.
Djokovic, con más sombras que luces y con más horas en pista de las que le gustaría, ya está en la segunda semana de Wimbledon. Tocando el violín con la raqueta, como el mismo imitaba en la celebración, se enfrentará a Rune en octavos. El danés tuvo que irse al quinto para deshacerse del francés Halys, pero es un jugador sumamente peligroso que ya sabe lo que es derrotar al serbio.
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