Nadal quiere convencer al reciente ganador de Roland Garros para probarse en la modalidad de dobles dos semanas antes de los Juegos Olímpicos
Rafa Nadal podría haberse retirado hace años y nadie le hubiera echado nada en cara, podría hacerlo mañana y la respuesta popular sería la misma. Todos estarían satisfechos menos él, pues el animal competitivo que lleva dentro le impide abandonar sin intentarlo una vez más, sin acudir a los Juegos con la ilusión y la motivación de antaño. En Roland Garros no se pudo dar, la mala fortuna del sorteo le llevó a enfrentarse en primera ronda al posterior finalista, a un intratable Alexander Zverev.
Desde que el balear inició ese corto camino de despedida de la Philippe Chatrier solo ha pensado en el regreso que tendrá lugar dentro de aproximadamente mes y medio. Su plan de ruta exige no acudir a una gira de hierba que sería contraproducente para su estado físico actual y, por ello, debe elegir al menos un torneo previo a la cita olímpica para probarse. El ATP 500 de Hamburgo parece tener todas las papeletas de disfrutar del ganador de 22 Grand Slams debido a las fechas, dos semanas antes del inicio de la acción parisina.
El escenario planteado entraba dentro de la lógica, no tanto que el propio Nadal esté intentando convencer a Alcaraz para que ambos disputen también el dobles allí. A Rafa le gustaría poder probarse con el murciano en tierras germanas para adquirir esos mecanismos y confluencias específicas de la modalidad. Todo dependerá de cómo se encuentre Carlitos después de Wimbledon, de su estado tanto físico como mental.
Cerrar un ciclo en Hamburgo
Casualidades de la vida, para Rafa supondría regresar al lugar donde todo comenzó, donde derrocó a Moyá por primera vez y se dio a conocer al mundo. Corría el mes de mayo de 2003 y un jovencísimo Nadal empezaba a convertirse en una de las mayores promesas del panorama internacional. Pese a ello, todavía era un adolescente de 16 años al que le quedaban muchos pasos por recorrer, siendo uno de sus primeros en Hamburgo.
Tras pasar la fase previa con una autoridad pasmosa, el cuadro le emparejó con uno de sus referentes en primera ronda, con Carlos Moyá. El enfrentamiento desprendía claros tintes de aprendizaje y experimentación para un novato Rafa que sorprendió a propios y extraños barriendo al ex nº 1 en dos sets (7-5, 6-4). Ahora, dos décadas más tarde, regresaría al mismo escenario con el que fuese su oponente de entrenador y, quizás, con al que le toca hacer de Nadal en 2003 de pareja de dobles.
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