AFICIÓN DEPORTIVA FÚTBOL ESPAÑOL,LALIGA HYPERMOTION «El Riazorazo»: dos años del ascenso del Albacete en Riazor

«El Riazorazo»: dos años del ascenso del Albacete en Riazor


Hoy, 11 de junio de 2024, se cumplen dos años de la gesta conseguida por el Albacete Balompié en el estadio de Riazor

Fue un once de junio. O al menos eso dice uno de los cánticos que se escuchan -día si y día también- en el Carlos Belmonte desde hace dos temporadas. El undécimo día del sexto mes del año representa felicidad y nostalgia para la afición albacetista; es un día muy marcado en la historia reciente del Albacete Balompié.

La trayectoria del Albacete Balompié de Rubén De La Barrera en la temporada 2021/22 fue algo peculiar.

El camino a Riazor

El Albacete afrontaba su regreso al fútbol no profesional tras el catastrófico descenso de la temporada anterior. La Federación Española de Fútbol apostó por un cambio en la organización de las categorías anteriores al fútbol profesional, que dio lugar a la Primera RFEF. En esta nueva categoría, 22 conjuntos lucharían por evitar los cinco últimos puestos y llegar al fútbol profesional por dos vías distintas: ganar la competición o clasificarse a los Play Offs, y ser uno de los dos ascendidos después de vencer a sus oponentes en dos eliminatorias.

Volviendo al Albacete, el equipo manchego tenía como rivales directos al Castellón, Villarreal B y Andorra en su mismo grupo. En el otro, trasatlánticos como el Deportivo de La Coruña o el Racing de Santander lucharían por volver a Segunda División. El Albacete empezó su andadura en la Primera RFEF ganando en casa ante el CD Castellón, en el partido que significó la vuelta de los aficionados a las gradas tras la pandemia. La cabeza de Rafa Gálvez y la magia de Fran Álvarez y Manu Fuster marcaban el camino.

Una asignatura pendiente: los partidos como visitante

Al equipo de Rubén De La Barrera se le complicaban las salidas fuera del Carlos Belmonte, del que hicieron un fortín, solo el Sevilla Atlético y el Costa Brava consiguió ganar en el feudo manchego. Pero el problema fuera de casa persistía, el juego era distinto y los nervios mayores, tanto en la plantilla como en la afición albacetista. El equipo llegó a su último partido en el Carlos Belmonte con un claro objetivo -tras perder toda oportunidad de ascenso directo-: ganar a un descendido Costa Brava y así evitar al Dépor en los Play Offs, que además se jugarían en Galicia y a partido único.

Pues como no, el fútbol a veces da sorpresas: 1-3 fue el marcador final de ese encuentro. Un equipo descendido a Segunda RFEF obligaba al Albacete a ganar las semifinales y una más que probable final en Riazor ante el Deportivo de La Coruña para ascender. O lo que es lo mismo, un imposible. Antes de ello, el Albacete debía ganar, en un Balaidos totalmente vacío, al Rayo Majadahonda en las semifinales. Alrededor de 400 personas presenciaron aquella final, en la que Jordi Sánchez -cuestionado por sus números goleadores- adelantó al Albacete. En la segunda parte, fue Rubén Martínez el que anotó el gol de la victoria tras el empate del equipo madrileño. El Albacete se lo jugaba todo en Riazor.

Un milagro en forma de ascenso

Llegó el 11 de junio de 2022. El día en que 800 albacetistas recorrieron toda España para llevarse el recuerdo de sus vidas. Algunos incluso más; «Jugones» se hizo eco del trayecto que tuvo que realizar Víctor de La Cruz, un aficionado albacetista que salió desde Bologna para ver a su equipo ascender en Galicia. Casi un millar de personas confiaban en algo que, con todo el respeto a los que confiaron desde el principio, se veía imposible. De hecho, todo empezó según lo previsto por los poco optimistas: Mario Soriano adelantó al Dépor antes de la media hora de encuentro, desatando la locura en Riazor. El cuadro coruñés dejaba atrás con ese marcador dos años en el fútbol no profesional. 

El Albacete intento responder, pero le sobraron los nervios y le faltaron las ocasiones. El equipo manchego necesitaba una pequeña ayuda de lo divino, que pareció estar presente en Riazor, concretamente en el sector visitante y con una camiseta blanca puesta. El Albacete empató a falta de diez minutos con una baza inesperada y poco usada a lo largo del año, el balón parado. No podía ser otro que Manu Fuster el que, desde su bota derecha, puso un centro perfecto a la cabeza de Alberto Jiménez, que remataba de cabeza y se estrenaba como goleador albacetista en el mejor momento. El Albacete confiaba y aguantaba hasta la prórroga con poco que perder. Por clasificación, el Dépor hubiera ascendido en caso de empate, por lo que el Albacete se lanzó al ataque.

Jordi Sánchez escribió una página en la historia del Albacete Balompié

Todo sucedió sobre el minuto 113′. Alberto Jiménez alzó la cabeza en medio campo, con el balón en sus pies. Un gesto con su mano derecha hizo entender a Momo Djetei que debía adelantar su posición, y así arrancar con ventaja, ya que iba a recibir el balón. El defensa camerunés obedeció, y la indicación de su compañero fue efectiva; Djetei avanzó con el balón desde el centro del campo sorteando rivales a zancadas. Antes de llegar al pico del área rival, levantó la mirada y encontró a uno de los hombres de refresco abierto en banda derecha: Sergi García. El centrocampista, ex del Alavés y con un imponente 1,95 de altura, recibió el balón, y sin mirar centró al corazón del área. Jordi Sánchez se elevó y ganó el salto al defensa y a su compañero Rubén Martínez. Remató de cabeza y el balón se coló por la escuadra derecha de Ian Mackay. El delantero, con la camiseta fuera de sitio, fue directo a la zona visitante para fundirse en un abrazo con sus familiares, allí presentes. 

Los minutos de sufrimiento en Riazor

Este gol y la icónica celebración dieron paso a los siete minutos más largos de la historia reciente del Albacete Balompié. Siete minutos de sufrimiento y lágrimas de nerviosismo en Riazor y en Albacete, donde los aficionados siguieron el partido en una pantalla gigante, instalada en el Parque Abelardo Sánchez. El Deportivo lo intentó especialmente por banda derecha, obligando a Fuster a actuar casi como lateral. Tras algún que otro susto, fue el jugador valenciano el que provocó un saque de puerta en el segundo minuto del tiempo reglamentario, dando aire a los suyos. Bernabé se tomó su tiempo en sacar, y cuando lo hizo, su envío en largo llegó a Jordi Sánchez. El delantero recibió falta, y justo cuando tocó el suelo reclamando el empujón Albacete entera estalló de alegría. El colegiado señaló el final en el minuto 122′. El Albacete Balompié volvía al fútbol profesional solo un año después.

Manu Fuster lloraba en el suelo desconsolado. Dani González más de lo mismo, abrazado a Nacho Córdoba. Eric Montes corría despavorido por el césped de Riazor. Los demás se encontraban junto al sector visitante, abrazándose con los aficionados albacetistas. La celebración había comenzado.

Una celebración por todo lo alto

Dos días después, ya en Albacete, los jugadores se subieron al autobús del ascenso recorriendo toda la ciudad hasta llegar al ayuntamiento. Allí hubo de todo, ofrendas a la Virgen de Los Llanos que tanto ayudó al equipo, bonitas palabras para Luis Rubiales y promesas incumplidas del alcalde hasta hace poco. Lo último que recordamos este día es el ascenso. Los jugadores han hablado sobre ello varias veces: «En Riazor algo hizo click». Las nuevas generaciones albaceteñas cambiaron desde ese día su camiseta de Vinícius JR o Messi por la de Manu Fuster. La blaugrana y la merengue por una con un murciélago y tres torres en el escudo. La masa social que el club ganó ese día es el mayor patrimonio que puede tener un equipo de fútbol. De momento, se mantiene intacta en Albacete.

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