Zverev arrolla a De Miñaur (6-4, 7-6 (5), 6-4) y disputará sus cuartas semifinales consecutivas en Roland Garros tras lesionarse frente a Nadal hace dos años
Zverev se transforma en Roland Garros, se convierte en un completo monstruo sumamente complicado de batir. El germano no tiene un buen recuerdo de las semifinales disputadas hasta el momento, pero no por ello va a dejar de intentarlo una y otra vez. Hace dos años, en la Philippe Chatriér, experimentó la peor sensación que aporta el deporte, la de lesionarse de gravedad cuando estás mostrando tu mejor nivel ante el rey de la arcilla.
El año pasado, frente a Ruud en el mismo escenario, se vio sobrepasado por completo, arrollado por la máquina noruega con la que se volverá a ver las caras este viernes. A la tercer dicen que va la vencida, pero lo cierto es que Alexander llegará muy cargado físicamente tras las absolutas palizas que se ha pegado en esta segunda semana. Su rival, por el contra, ha gozado de cuatro días de descanso debido a la baja de Novak, no siendo eso un aspecto fundamentalmente positivo. Suceda lo que suceda, Zverev se ha ganado el derecho a soñar una vez más.
Primer set: Zverev hinca el diente primero
Saltaron los dos a la pista sabiendo, desde la jornada de ayer, que Ruud les estaba esperando en semis debido a la lesión de Djokovic. La ausencia del serbio puede ayudar a este tipo de jugadores a motivarse e ilusionarse más, pues el noruego, pese a que posiblemente estuviese en mejor forma, no mete tanto miedo como el ganador de 24 Grand Slams. El hambre, la ilusión y una ganas superlativas por regresar a la Philippe Chatriér el viernes y, por qué no, dar la campanada coronándose en París.
De Miñaur quizás no tiene la amplitud de arsenal y de golpes que Zverev, pero sabía que el físico estaba de su parte, que de alargarse el choque las ocho horas invertidas por su rival en sus dos últimos encuentros podrían pesarle. Eso trató de hacer desde el primer momento, corriendo a cada bola, proponiendo intercambios eternos y cortando constantemente la bola para obligar al germano a agacharse. Por ahí sufre en ocasiones el 5 del mundo, pero hoy parecía tener las ideas muy claras y no caía en la trampa del aussie.
Después de un intercambio de breaks y más de media hora para los seis primeros juegos, evidencia de la batalla que se estaba viviendo en la central, rompió de nuevo Zverev el servicio del australiano con raíces españolas. No se volvió a despistar el germano y zanjó la primera manga (6-4), mostrándose muy efectivo con esa derecha paralela que tanto rédito le dio en primera ronda frente a Nadal.
Segundo set: Oda al tenis
Si la primera manga ya había sido una absoluta batalla tanto física como mental, lo de la segunda fue otra historia. Más de una hora de una pelea titánica desde el fondo de la pista cada uno, soltándose palos de forma constante y corriendo cada bola como si de la última se tratase. El primer hachazo lo pegó Zverev, rompiéndole el servicio a su oponente a las segundas de cambio, pero De Miñaur todavía tenía mucho que decir conforme iba cayendo la noche en París.
Puso el modo muro, y comenzó a cortar de una forma más habitual la bola, factor que comenzó a mermar al germano, quién ya no mostraba un rostro tan sumamente tranquilo como juegos atrás. Le devolvió la rotura de lleno y le apretó de lo lindo para evitar el tie-break, gozando incluso de una bola de set, pero resistió Alexander, quién parece tener un conjuro místico con Roland Garros que le hace salvarse de todas las situaciones límite.
El tie-break se convirtió en una nueva muestra de resiliencia por parte de alemán que no se vino abajo cuando De Miñaur se puso 4-0 arriba, sino que siguió luchando como si de un 0-0 se tratase. Los extenuantes intercambios cayeron de su lado al igual que podían haber caído del otro lado de la red en una auténtica oda al tenis. Se conformó la remontada de Zverev, quién veía más cerca la victoria, la tercera ocasión en la que pisar las semifinales de Roland Garros.
Tercer set: La confirmación de un candidato
Más allá de aquella primera ronda con Nadal donde Zverev demostró ser uno de los principales candidatos a llevarse la Copa de los Mosqueteros, ha dejado dudas en el resto de enfrentamientos. La irregularidad mostrada con Griekspoor o Rune dejaba, quizás, la puerta abierta a una posible sorpresa del australiano en el día de hoy. Lejos de ello, el germano confirmó en esta segunda manga su candidatura, su propuesta a, por qué no, levantar su primer grande en París, cuando parecía que ya se le había pasado el arroz.
De Miñaur salió a la tercera manga con la misma mentalidad de los dos anteriores, emulando al correcaminos y tratando de buscar algún resquicio en el imperio de Alexander. Sin embargo, la losa construida durante las dos horas anteriores ya era muy pesada, las piernas no respondían como antes y a la cabeza le costaba más extraer pensamientos positivos. Un bajón o cambio de perspectiva que se acentuaría con una nueva rotura de servicio a mediados de set.
Llegó a estar 5-2 abajo el australiano y, poco a poco, trabajando como una hormiga, remontó hasta el 5-4 y saque a su favor para poner de nuevo la igualdad. Y ahí, cuando tanto había remado, murió en la orilla. Zverev demostró contar con un bagaje y muchas derrotas dolorosas a su espaldas que le aportan un punto de calma muy necesario en los momentos críticos, donde se reparte el bacalao. El viernes, tras el Alcaraz-Sinner, contará con su cuarta oportunidad de acceder a la final.
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