Italia levantó la Eurocopa de 1968 después de superar a la Unión Soviética en semifinales y a Yugoslavia en la final del torneo
La tercera Eurocopa de la historia, mantuvo la fase previa en la que se medían los distintos países europeos, aunque fue la primera vez que se confeccionaron grupos. Siete grupos de cuatro y uno de tres. Solo los líderes de cada grupo accederían a cuartos de final, siguiendo el patrón de eliminación directa de 1960 y 1964. La fase final de 1968, se celebró en Italia, concretamente en las ciudades de Florencia, Nápoles y Roma. Al igual que España en su primera gran victoria, el país anfitrión terminó conquistando el trofeo.
Cinco victorias, un empate y ninguna derrota
Después de la dura eliminación en fase de grupos del Mundial de 1966, donde cayeron en el partido definitivo ante Corea del Norte con un solitario gol de Pak Doo-Ik. El ridículo internacional de aquella tarde en Ayresome Park marcó un antes y un después en la FIGC. Edmondo Fabbri fue destituido de su cargo de seleccionador y llegó al banquillo ítalo Ferruccio Valcareggi. Bajo sus órdenes, Italia llegó a la fase de grupos de la Eurocopa, midiéndose con Rumanía, Suiza y Chipre.
Las expectativas eran muy altas, pero el miedo a volver a fracasar como en la Copa del Mundo era una realidad. Por suerte para todos los aficionados azzuri, las eliminatorias fueron prácticamente perfectas, con cinco triunfos y un empate. Desde el debut ante Rumanía en Nápoles (5-1) hasta el póker ante Suiza en Cagliari (4-0), los hombres de Valcareggi fueron dominando a todos sus rivales. El único ‘tropiezo’, por llamarlo de alguna forma, es el empate ante Suiza en Berna (2-2), en el que llegaron a levantar el marcador en dos ocasiones.
Los cuartos de final le depararon a Italia un rival, que si bien no era el más complicado de los posibles, era un oponente bastante duro de roer. Los búlgaros también habían caído en fase de grupos en 1966, sin embargo, al contar con un grupo de mayor complejidad (Portugal, Hungría y Brasil), su derrota no causó tanto revuelo como la eliminación de Italia. La ida se celebró en Sofía en abril de 1968, y tras un partido muy abierto, Bulgaria venció a Italia (3-2). Los fantasmas de Middlesbrough volvieron a aparecer y la preocupación se extendió por toda la península itálica. Quince días después, y con la obligación de ganar, en San Paolo, Italia obró el milagro. Un tempranero gol de Pierino Prati y un cabezazo de Domeghini fueron suficientes para remontar el encuentro. Por primera vez en la historia de la Eurocopa, Italia disputaría una fase final.
¿Cara o cruz? ¿Finalista o eliminado?
Inglaterra, Italia, la Unión Soviética y Yugoslavia serían los aspirantes al trono de Europa. Ingleses e italianos eran debutantes en una fase final, a diferencia de soviéticos (campeones en 1960 y subcampeones en 1964) y yugoslavos (segundos en 1960). Los duelos fueron Italia-Unión Soviética y Yugoslavia-Inglaterra. Los azurri no partían como favoritos en su enfrentamiento, ya que la URSS venía de fascinar al mundo del fútbol en Inglaterra 1966, llegando a semifinales. Ambos comandos nacionales se vieron las caras en dicho torneo, en ese caso, acabó con victoria de la Unión Soviética por 1-0.
En Nápoles la trama fue muy distinta que en Sunderland. Después de un encuentro con ocasiones peligrosas para ambos, el resultado permaneció intacto los noventa minutos. Se jugó la media hora extra de prórroga, y de nuevo, muchas oportunidades, pero ningún gol. En la época, la UEFA decidía que los partidos que terminaban en tablas se decidían o bien con una revancha o mediante el azar. En años anteriores se pudo ver como Turquía accedió al Mundial de 1954 a costa de España, al ser escogido su papel de un niño de diez años que actuó de mano inocente. El finalista iba a decidirse a cara o cruz, y en este caso, el destino se apiadó de Italia. Ferruccio Valcareggi en la rueda de prensa previa advirtió que su rival «no era invencible», y con ayuda de la suerte, demostró que tenía razón.
De la partida entre Yugoslavia e Inglaterra en el Artemio Franchi, el ganador también se hizo de rogar, aunque no hasta el extremo de la otra semifinal. La campeona del mundo sucumbió ante una selección balcánica con un tanto en los últimos minutos. Dragan Dzajic, mito del Estrella Roja de Belgrado, controló un centro lateral de Holcer desde banda izquierda y fulminó a Gordon Banks en el 86′ llevando a su país a una final ocho años después.
Final a dos asaltos
El 8 de junio de 1968, Italia y Yugoslavia protagonizaron la final de la Eurocopa. El encuentro comenzó con un dominio claro de la selección dirigida por Rajko Mitic, pero las ofensivas yugoslavas se topaban con Dino Zoff, colosal en la final. A los 39 minutos, Dragan Dzajic, aprovechando un centro lateral de Trivic al área, consiguió batir al arquero italiano, acercando el título a Belgrado. Yugoslavia mantuvo el control del partido atacando y teniendo la posesión, sin embargo, en la última media hora Italia se volcó al ataque en busca de la remontada.
Domenghini, con un tiro libre desde la frontal del área que coló por el medio de la barrera, logró sorprender a Pantelic. A falta de diez minutos volvía el empate a Roma. Se cumplió el tiempo reglamentario y se cumplió la prórroga, y el 1-1 del marcador no se movió más, por lo que hubo que tomar una decisión. La UEFA, a diferencia de las semifinales, determinó que dos días después se jugaría un segundo asalto entre ambas naciones para decidir al campeón.
48 horas después, el colegiado Ortiz de Mendíbil dio el pitido a la «vuelta» de la final. Dino Zoff, Angelo Domenghini, Burgnich, Salvadore, Guarnieri, Giacinto Facchetti, Rosato, De Sisti, Sandro Mazzola, Anastasi y Luigi Riva. Esos fueron los once futbolistas que dirigidos por Valcareggi llevaron a Italia a la gloria eterna.
El desarrollo de este segundo partido fue muy distinto al primero. Italia llevó la voz cantante desde el pitido inicial con un juego vertical que sorprendió mucho a Yugoslavia. A los 12 minutos, Luigi Riva, icono del Cagliari Calcio, recibió un pase al espacio de Domenghini en el punto de penalti, y con un disparo cruzado con la pierna izquierda, superó al meta balcánico. El pleno desconcierto yugoslavo, los italianos buscaron aumentar la distancia en el marcador. Tan solo veinte minutos después, en el 31′, anotaron el 2-0. De Sisti avanzó por banda derecha y pasó el balón a Anastasi en la media luna. El ariete bianconero levantó el balón de un toque y con un latigazo de volea firmó el segundo y último gol de la noche. El tiempo se fue consumiendo y tras los noventa minutos, Italia se consagró como la nueva reina del continente.