Nadal, en 2016, se convirtió en uno de los pocos tenista de toda la historia en tener un oro olímpico tanto en individuales como en dobles
Imagínate que tu sueño es, simplemente, acudir a unos Juegos Olímpicos. Imagínate no solo que lo consigues, sino que compites junto a tu uno de tus mejores amigo como tu compañero. Y, para cerrar el sueño de una manera perfecta, conseguís el oro de la mano. Algo así vivió Rafa Nadal junto a Marc López en Río 2016. El año, en líneas generales, no fue brillante para un Rafa al que una inflamación en su muñeca izquierda le obligó a retirarse de Roland Garro y darse de baja de Wimbledon. Llegó justo a los Juegos, pero, sabiendo que era el abanderado de la delegación española, no iba a dejar escapar dicha oportunidad.
El principal objetivo en el inicio de temporada no era ni ganar títulos ni ser el número 1 del mundo, sino recuperar la confianza en si mismo. Una meta quizás mucho más complicada de lo que pueda parecer, más difícil, en cierto modo, que llenar la vitrina de galardones y trofeos. El camino fue arduo, estuvo lleno de altibajos, pero lo acabó consiguiendo. Y, es que, no fue moco de pavo, pues cada vez que lo rozaba una varapalo le mermaba. Después de llegar a la final de Doha y dejar buenas sensaciones frente a Djokovic, cayó en primera ronda del Open de Australia ante un gran Verdasco. Vuelta a empezar en el proceso.
Sin rumbo fijo
La dinámica se mantuvo prácticamente hasta los Juegos Olímpicos previamente mencionados. Acudió, de nuevo, a Río de Janeiro y Buenos Aires, pero se quedó lejos de conquistarlos. Y, tras dar un paso de gigante en Indian Wells llegando a una nueva final, una indisposición le obligó a retirarse en la primera ronda de Miami. «Tuve miedo de perder el conocimiento«, admitió tras dicho encuentro. Fueron tres meses de montaña rusa que tan solo merecerían la pena si en la tierra batida daban sus frutos. Al inicio sí que se vieron atisbos verdes de un gran manzano, pero una DANA en forma de lesión acabó llevándoselos por delante.
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Los títulos de Montecarlo y Barcelona alzaron la campanas al vuelo. El Nadal de 2016 no era el de 2015 y prometía fuertes emociones de cara a Roland Garros. Madrid, por la altura, nunca fue su punto fuerte y, aun así, cayó de forma muy honrada en semifinales. Los problemas brotaron en los cuartos de final de Roma ante Djokovic. Y, precisamente, la derrota no fue el mayor de ellos, sino la inflamación en la muñeca izquierda con la que abandonó la pista. Tenía algo más de una semana para tratarse y buscar la manera de aguantar los siete partidos necesarios para poder competir en Roland Garros.
El primero lo aguantó, el segundo también…pero al tercero dijo basta. El dolor era tal que no pudo si quiera presentarse al enfrentamiento de tercera ronda que le había emparejado con Granollers. Nivel tenía de sobra, pues sus dos anteriores apariciones así lo indicaban, pero el físico, una vez más, echó sus esperanzas por tierra. Ansiaba llegar a Wimbledon, volver a brillar en el All England Club tras el fiasco de Brown, pero la recuperación no fue todo lo bien que hubiese deseado. Llegó a los Juegos Olímpicos casi obrando un milagro.
El resurgir carioca
Nadal se había perdido los Juegos Olímpicos de Londres 2012 por lesión. En Pekín había sido oro olímpico y, sus ganas de brillar en Río 2016, fueron capaces, incluso, de superar una lesión. Lo que aconteció en el dobles fue historia, logrando el oro junto a su compañero y amigo Marc López. Las imágenes, en las que se ve a los dos llorando desconsolados tras la final, pasarán a los libros de historia de nuestro deporte. Su actuación en el individuales quizás no aparezca, pero también es digna de mención.
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Aquellos Juegos Olímpicos fueron la última hazaña de Juan Martín del Potro. El argentino, ya en una época de declive, se hizo con el segundo metal más preciado dejando a Djokovic y a Nadal por el camino. Tan solo Murray, en la final, fue superior a él. A Rafa, por su parte, le tocó luchar por el bronce. Y, después de ir set abajo y 5-2 en la segunda manga, logró mandar el partido al desempate. Nishikori cortó por completo la dinámica yéndose 15 minutos al baño, aprovechando la permisividad de un Carlos Bernardes un tanto imparcial en aquella ocasión. La fatiga, fruto de combinar modalidades, le pasó factura al español, quién tuvo que conformarse con la medalla de chocolate.
El resto de su temporada fue, ciertamente, desalentadora. Los cuartos de final del ATP 500 de Pekín fueron, desgraciadamente, su mejor resultado. En el US Open, el último Grand Slam del año, cayó de manera inesperado ante Lucas Pouille. El galo, que derrochaba calidad por los cuatro costados, lo derrocó en cinco mangas muy dispares. Ni siquiera disputó la Copa de Maestros al perder en primera ronda de Shanghai y no acudir a París-Bercy. Su mente ya pensaba en 2017, el año en el que retornaría a lo más alto del tenis internacional.
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