Nadal ha cuajado muchas y muy buenas temporadas en la élite, pero la de 2008 está, sin lugar a dudas, en su podio particular
Ocho títulos, dos Grand Slam y oro en los Juegos Olímpicos. Galardones que, sumado al privilegio de haber disputado el mejor partido de la historia para muchos, hacen del 2008 de Nadal algo único e irrepetible. Alcanzó un nivel prácticamente inigualable e irrebatible por gran parte de sus rivales. Como se diría hoy en día, llegó a su prime. Y, es que, se trata de una temporada sin rasguños, sin puntos débiles o flaquezas. Los números hablan por si solos, pero es que la sensación en pista era todavía superior.
Quizás lo más sorprendente de todo es que su inicio de campaña no fue fulgurante ni mucho menos. Se le seguía resistiendo el Open de Australia. Después de un cuadro benévolo y de dejar por el camino a tres franceses, Tsonga se vengó de sus compatriotas y, en semifinales, le impuso un duro correctivo al balear. Derrota en tres mangas y sin paliativos. Rotterdam, Dubái…los resultados no se daban. Indian Wells, donde defendía título, supuso la primera página de un libro lleno de éxitos. Djokovic le frenó en seco en semifinales, al igual que Davydenko en la final de Miami una semana más tarde, pero su juego ya era otra cosa.
Otra vez la tierra batida
Resulta repetitivo hacer artículos sobre la carrera de Nadal, pues año tras año se transforma en tierra batida. Y 2008 no iba a ser para menos. Montecarlo, de nuevo, el origen de todo. El torneo monegasco dio rienda suelta a siete títulos en los siguientes ocho torneos. 42 victorias en 43 partidos, una de las mejores rachas de la historia del deporte de la raqueta. Y, lo más sorprendente, es que en tierra batida apenas sufría. Más allá de la derrota con Ferrero en Roma, tan solo Ferrer, Federer y Djokovic lograron hacerle un set.
Fuente: Photo by Julian Finney/Getty Images
Fue un auténtico martillo pilón. La viva imagen de ello fue la final de Roland Garros, la cuarta Copa de Mosqueteros de Nadal. La Philippe Chatriér, que por aquel entonces no adoraba tanto a Rafa como en la actualidad, se vistió de rojo para apoyar a Federer. Querían que el suizo consiguiese, por fin, derrocar al balear en el que parecía ser el jardín de su casa. El resultado, 6-1, 6-3 6-0, significó una de las palizas más abultadas en una gran cita. Lo borró por completo del mapa, dejó al número 1 en cuatro juegos. Dos días antes, había hecho lo propio con Djokovic.
Lejos de rebajar sus prestaciones en hierba, las subió respecto a años anteriores. Era el año de su despliegue sobre una superficie históricamente negada para los españoles. En Queens, ante Novak y Roddick, ya mandó un mensaje claro y, en Wimbledon, lo confirmó. Tercera final consecutiva con Roger. 2006 fue su debut, en 2007 lo dejó escapar y, en 2008, asestó el hachazo definitivo. El All England Club el que, para muchos, es el mejor partido de la historia del tenis. El nivel, la duración del choque (casi 5 horas) y la épica, que aportó la lluvia, así lo reflejan. Al borde de cayera la noche, con 9-7 en la quinta manga, Nadal se abalanzó sobre la hierba londinense.
Los Juegos Olímpicos, la guinda del pastel
Nadal estuvo presente en Atenas 2004, pero se trató de una experiencia más bien efímera. Solo pudo disputar la modalidad de dobles junto a Moyá y, en primera ronda, Andre Sá y Flavio Saretta los mandaron para casa. Así que, Pekín 2008, iba a ser la primera participación real del balear en una cita olímpica. Desde luego que no defraudó. Cierto es que, quitando en semifinales ante Djokovic, no se encontró con ningún jugador del top 15, pero es que esa es, precisamente, la magia de los Juegos Olímpicos. Cualquiera puede dar la sorpresa.
Fuente: Photo by Hamish Blair/Getty Images
La cantidad de partido le pasó factura en la recta final de la temporada. En el US Open le costó mucho sacar adelante los partidos hasta que, en semifinales, Andy Murray le indicó el camino de vestuarios de la Arthur Ashe. Clasificó a España para las finales de la Copa Davis, pero no pudo disputarlas por una tendinitis en el tendón rotuliano. Dicha lesión la obligó a retirarse del Masters 1000 de París-Bercy, su último encuentro de la temporada. Eso sí, la Ensaladera también es suya, pues su desempeño en rondas previas fue fundamental. Antes, en Madrid, también cayó a las primeras de cambio.
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