Lulu Sun, la que llegase a Wimbledon como 123 del mundo, ha hecho historia para su país al colarse en los octavos de final
La imperante igualdad por la que se rige el circuito femenino incita a la aparición de grandes sorpresas en los grandes torneos. Aunque Swiatek, Rybakina, Sabalenka y Gauff parecen estar un paso por encima del resto, la baja de la bielorrusa abrió la parte baja del cuadro a jugadoras que quizás no esperaban llegar tan lejos. Badosa, Vekic, Raducanu o Lulu Sun, todas ellas no cabezas de serie, se jugarán un lugar en las semifinales de Wimbledon, siendo la neozelandesa la más desconocida.
Aunque su rival en los octavos de final, Emma Raducanu, goza de un ranking peor al suyo, el cartel, pasado y pico de nivel de la británica es, a priori, infinitamente superior al de Sun. A sus 23 años, después de un inicio de carrera complicado debido a las lesiones, ha alcanzado un punto álgido de madurez que le permite desplegar su mejor tenis sobre hierba. Lo cierto es que, como mencionamos previamente, en caso de que sea capaz de derrocar a la tenista local, podría verse las caras con una renacida Paula Badosa por ser una de las cuatro mejores del torneo.
Mejor que Swiatek en sus inicios
Lulu Sun es de la misma generación que la actual número 1 del mundo y, en categorías inferiores, prometía más que la polaca, pues fue la primera jugadora del 2001 en obtener puntos WTA. Sin embargo, una lesión frenó en seco su evolución y carrera, obligándola a tener que pasar por la universidad. La neozelandesa, después de impresionar en todos los Grand Slams juniors, confiaba en ser profesional, pero el parón y los consejos de su madre retrasaron su llegada a la élite.
«Mi madre dijo que la educación es importante y le preocupaba cómo iba a hacer mis estudios si continuaba. Ese año me lesioné y ella dijo que también podía hacer mis exámenes y entrar a la universidad, así que eso es lo que hice«, explicó para los medios oficiales de la organización. Una vez licenciada en relaciones internacionales, ahora disfruta al máximo del tenis.
La gira de hierba, su superficie favorita, se ha convertido en el mejor momento de su carrera. Alcanzar los octavos de final de Wimbledon desde la fase previa es un hito, pero más lo es aun la escalada en el ránking que ha firmado. Aterrizó en Londres siendo la 123 del mundo y ya es la 73, pudiendo quedarse a las puertas del top 50 si avanza a la antepenúltima ronda. Sea lo que sea, su futuro más próximo cambiará por completo al poder acceder a torneos WTA con mayor asiduidad.
Neozelandesa de nacimiento
Su madre es china, su padre croata y, pese a nacer en Nueva Zelanda, se crio en Suiza desde los cinco años. Ya en categoría junior defendió la bandera oceánica, pero luego optó por atenerse a su condición de suiza. Pese a ello, ella siempre sintió un particular sentimiento por las islas en mitad del Pacífico y, en enero, al sentir el multitudinario apoyo de los suyos en el Open de Australia, se replanteó bajo qué bandera competir a partir de ese momento. Dos meses más tarde, en marzo, anunció que iba a jugar con Nueva Zelanda la Billie Jean King Cup.
«Cuando tienes tantas culturas detrás de ti, realmente no encajas al 100% en una. A veces, cuando era niña, era muy difícil encajar en una cultura específica. Pero ahora he captado diferentes partes de diferentes culturas y de alguna manera se convirtieron en mí. No estoy luchando contra eso, no estoy tratando de ser una cultura específica«, explicaba en el comunicado emitido. Poco le ha costado convertirse en la mejora jugadora del país y en la primera que se cuela en los octavos de final de Wimbledon, superando lo logrado por Marina Erakovic en 2016.
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