Nadal pierde ante Botic van de Zandschulp en el primer partido de la eliminatoria y se encomienda a Alcaraz para alargar su carrera
Cayó Nadal. Lo hizo de pie, fiel a su estilo, luchando hasta el último punto y levantando innumerables veces al Martín Carpena. Quizás haya sido el último partido de su carrera, pero, independientemente de ello, se irá con la sensación de haberlo dejado todo en la pista. Rozó la épica en la segunda manga, peleando con más corazón que fuerzas, pero su rival en el día de hoy, Botic van de Zandschulp, fue una roca inexpugnable en el infierno que Málaga le había preparado. El neerlandés, un absoluto caballero, dejó helado por momentos a un país entregado a la causa.
Le faltó, seguramente, mucho ritmo a Nadal para poder estar en la terna de la victoria. No tanto de nivel o de intensidad, sino de confianza en los momentos clave. El tesón y la dosis de magia que tantas veces le ha hecho brillar a lo largo de su carrera, le faltó en el día de hoy. Tanto a él como a todo el equipo español le toca confiar en Alcaraz. Carlitos se enfrentará en breves minutos a Tallon Griekspoor y, en caso de ganarle, unirá fuerzas junto a Granollers para disputar ese hipotético punto decisivo.
La falta de ritmo marca la diferencia
El escenario era tal cual se especulaba: una grada rendida a su figura y emociones a flor de piel desde su salida a pista. Los primeros juegos se postulaban como fundamentales para dirimir si Rafa, después de cuatro meses sin competir en un torneo oficial, estaba en condiciones de pelear. Optó por empezar sacando y, no exento de sufrimiento, sacó su primer juego para alivio de todos los allí presentes. La pista, muy rápida, no le favorecía en absoluto. Tratando de sacar petróleo de las adversidades, subía mucho a la red Nadal tratando de robarle el tiempo el neerlandés.
Fuente: Photo by Clive Brunskill/Getty Images for ITF
Ambos iban sacando sus respectivos juegos al servicio sin afrontar bolas de rotura. La sensación era que Botic van de Zandschulp estaba más cómodo sobre la pista, pero Rafa aguantaba y, a la hora de la verdad, habría que ver quién daba un paso adelante. Sin embargo, para sorpresa de todos, fue al español al que le pudo más la presión en los momentos decisivos. Con el partido empatado a cuatros y sacando Nadal, se pudo ver al balear más desacertado, sin fondo de armario. Una vez el neerlandés le cogió la medida a sus subidas a la red, no tuvo reacción. Su derecha, esa que tantas y tantas alegrías le ha dado, apenas le hacía cosquillas a un Botic sumamente acertado.
Perdió su servicio y el juego al resto, cayendo así la primera manga para el lado de van de Zandschulp. Al neerlandés, más allá de las dobles faltas no se le podía poner un pero. Sin inmutarse, sin emitir ni un leve gesto, se mostraba como una absoluta roca inexpugnable en la que mucho tendría que picar Nadal si quería tener alguna opción. No era falta de ritmo en cuanto a intensidad o nivel, sino a saber mantener la calma cuando el nerviosismo azota tus articulaciones. Con papeles intercambiados, tocaba tirar una vez más de épica y mística, quién sabe si habrá sido la última.
Épica sin premio
La cuesta se ponía todavía más empinada en el comienzo de la segunda manga. Rafa, algo tocado del mazazo anterior, no consiguió sacar ese primer juego al servicio y a van de Zandschulp se le ponía todo de cara. Tres juegos más tarde y justo cuando se estaba viendo a un Rafa más asentado sobre la pista, le endosó un segundo hachazo casi definitivo. Set y doble break arriba, la remontada ya se pronosticaba como un imposible. Si no fuera Nadal el que estaba jugando sobre el Martín Carpena, la trapa ya se hubiera cerrado.
Fuente: Photo by Clive Brunskill/Getty Images for ITF
Tiró de épica, por nonagésima vez el español para hacer el contrabreak y, a base de sacar el puño, tratar de encender a un pabellón que se había quedado completamente helado. La situación de Botic era, cuanto menos, curiosa. A veces, con sus dobles faltas, parecía que se dejaba intimidar por el escenario, mientras que en otras dejaba patidifusos a propios y extraños mediante sus palazos. Su juego con 4-3 arriba, donde se encontró al borde de ser remontado con 0-30, fue la viva imagen de ello. Tres aces fue los que clavó para, una vez más, hacer que solo se oyera a la afición neerlandesa en el Martín Carpena de Málaga. Y, con ello, se desvaneció la épica. Hincó la rodilla Nadal sin dejar de intentarlo hasta el último punto, pero España sigue viva. Le toca a Alcaraz la difícil tarea de levantarlo.
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