Nadal reapareció en febrero de 2013 tras ocho meses en el dique seco y cuajó una de las mejores temporadas de su carrera con 10 títulos
Hay personas que, desde que nacen, están hechas de otra pasta. Esas que no importa las veces que se caigan hasta que aprenden a caminar. Esas que, por muchos palos que les de la vida, luchan de forma insaciable. Tan solo necesitan tener un objetivo para pelear por el con uñas y dientes. Rafa Nadal, en el 2012, ya lo había ganado todo. No necesitaba demostrarle nada a nadie. Y, aun así, después de su lesión en la rodilla, se dejó la vida para llegar de la mejor forma posible al 2013. Vaya si lo hizo. Fue llegar y besar el santo. Un beso más que merecido, construido a base de trabajo.
Hacía ya muchos años que el balear no acudía a la gira latinoamericana de tierra batida. Pero, al no llegar a tiempo para el Open de Australia, regresó allí donde le esperaban miles de aficionados. Viña del Mar, Sao Paolo y Acapulco. Tres torneos y dos títulos en sus 13 primeros partidos en casi 9 meses. Tan solo Horacio Zeballos, actual pareja de Granollers en la modalidad de dobles, fue capaz de desarmarle en la final chilena. «Lo siento por hoy, creo que ha sido uno de los mejores partidos que he jugado en muchísimo tiempo«, le dijo Rafa a Ferrer, su rival en la final, como si tuviera que disculparse por su juego. «Ha sido una de las semanas más bonitas que he tenido en toda mi carrera. Han sido siete meses complicados», prosiguió.
Unos meses de ensueño
No bajó de la sexta marcha Nadal en gran parte de la temporada. Cambiaba de superficies y apenas lo notaba, era tal su concentración y añoranza tras la lesión que nada parecía trastocar sus planes. Eso sí, midió sus esfuerzos con mimo. Tras ganar en Indian Wells a Juan Martín del Potro en la final, optó por bajarse de Miami. Más valía ser cautos, que su gira favorita estaba por llegar. Una época, la de tierra batida por Europa, que rozó la perfección. Y digo rozó porque ganó 26 de sus 27 partidos. O, lo que es lo mismo, superó el 95% de efectividad.
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Djokovic, quién sino, fue su verdugo en Montecarlo. Además, lo logró en dos mangas, casi pudiendo considerarse una hazaña su victoria. Y, es que, Nadal en 2013 mostró un nivel desorbitante, de extraterrestre. Incluso en Madrid, torneo con el que había tenido un ligero rifirrafe por teñir la arcilla de azul en 2012, hizo morder el polvo a los mejores del momento. Roland Garros fue otra historia, le tocó sufrir para alzarse con su octava Copa de los Mosqueteros. `Nole´ se lo puso tremendamente complicado en unas semifinales antológicas.
El serbio disfrutó de un break a favor en la quinta manga e incluso bola para ponerse 5-3 arriba. Ganó dicho punto, pero tocó la red movido por la ansias. A partir de ahí Nadal se convirtió en un martillo pilón y borró por completo al de Belgrado del mapa. Anécdota que evidencia hasta qué punto primaba la igualdad entre los dos mejores de la historia a nivel de títulos. Un simple toque con la red, que en cualquier otro choque se quedaría en un lance sin transcendencia, determinó un Grand Slam. En la final se citó con Ferrer. El duelo, tremendamente bonito por lo que significaba que dos españoles estuvieran de nuevo en el centro mediático, osciló más sobre lo emotivo que sobre lo deportivo. Pues sobre la pista no hubo mucha historia.
Segundo US Open
Wimbledon, único torneo sobre hierba que disputó Nadal, significó un absoluto shock. El belga Darvis, número 135 del mundo, lo mandó para casa a las primeras de cambio. Era la primera vez que el balear caía en la primera ronda de un Grand Slam desde sus inicios y, lo cierto, es que su actuación fue sonrojante. Sin embargo, Rafa no es de esos que no se levantan una vez se caen. Y, tras más de un mes de desconexión, regresó para firmar una gira norteamericana excelsa. Montreal, Cincinnatti…y el premio gordo del US Open como guinda del pastel.
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Quizás su físico ya no estaba tan preparado para combatir con la hierba, pero en dura seguía desenvolviéndose de maravilla. En Nueva York, sobre todo, se redimió de la final del Open de Australia de la temporada pasada. Borró a Djokovic por completo del mapa y se irguió, de nuevo, como el número 1. Dos semanas más tarde, en Pekín, repitió la gesta. 2013 parecía el año en el que Rafa pudiese luchar por su primera Copa de Maestros, el único título, junto a Miami, que se le resistía. Y, aunque su desempeño hasta el domingo fue inmejorable, Novak tenía sed de venganza. Quizás más rápido de lo que se hubiese esperado, en poco más de hora y media, el de Belgrado levantó los brazos.
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