El 2006 de Nadal estuvo marcado por un inicio complicado debido al síndrome de Müller-Weiss al que tan solo la tierra batida pudo darle la vuelta
Lo difícil no es llegar, es mantenerse. Y vaya si lo hizo Rafa Nadal tras sus gran explosión de 2005. No lo tuvo sencillo, pues las lesiones se ciñeron sobre él desde la pretemporada del 2006. Pese a ello, fue capaz de levantar cinco títulos y alcanzar su primera final en Wimbledon. Jugó pocos partidos en comparación con otras temporadas, pero aprovechó cada momento en cancha al máximo. Sobre todo demostró constancia y regularidad, incluso cuando regresaba de las lesiones. Se afianzó en la élite, significando el inicio de una rivalidad histórica con Federer.
Su año arrancó en febrero. El síndrome de Müller-Weiss que le diagnosticaron en la Copa de Maestros de diciembre le llevó a estar varios meses apartado de la raqueta. Una lesión que el mismo ha reconocido que estuvo a punto de arruinar su carrera. La misma que le ha repercutido en numerosas ocasiones, privándole de acudir a grandes citas. Sin embargo, su gravedad no se plasmó en el regreso a la competición. En el segundo torneo, en Dubai, ya levantó el trofeo más grande el domingo. Federer, en la final, se rendía de nuevo al balear. Miami e Indian Wells, dos semanas en las que estuvo algo renqueante, le sirvieron para coger forma de cara a la tierra batida.
Segundo Roland Garros
Inició la gira de tierra batida en Montecarlo, pues en está ocasión no pudo ir a Latinoamérica previamente. El Principado, a las puertas del Mediterráneo, se convirtió de nuevo en su terraza privada. Federer, quién sino, el único que le hizo sudar para hacerse con el título. Y, es que, con el suizo se vería las caras en cuatro finales en menos de tres meses. Las tres primeras, en tierra batida, cayeron del lado del español, mientras que en Wimbledon fue el suizo el que le hizo morder el polvo.
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Antes de medirse de nuevo en Roma, Nadal ya se había hecho con su segundo Conde de Godó de forma solvente. Lejos quedaba ya aquella derrota con Corretja en sus inicios. Un torneo que, en 2006, le veía crecer y que, ahora, presume de haberle puesto su nombre a la pista central. Llegó Roland Garros y, lo cierto, es que todas las casas de apuestas daban de favorito a Rafa. No tuvo rival y eso que grandes nombres no le faltaron en su cuadro. Soderling, Djokovic, Hewitt, Ljubicic y Federer hincaron la rodilla para decepción del público.
De cara a la hierba cambió la estrategia respecto a la temporada anterior. Acudió a Queens y no a Halle, aunque tampoco cosechó excesivos éxitos, pues en tercero se fue para casa. Wimbledon fue otra historia completamente distinta. Encontró un juego que, a tirones, le permitía ir deshaciéndose de rivales de gran entidad con sufrimiento. Así, y aprovechándose de un sorteo benévolo, llegó a la final. Pero Federer le pilló muy verde todavía en la superficie y, el rosco inicial, ya le dejó mermado en lo mental. Tuvo sus opciones en el tie-break de la cuarta manga cuando el choque marchaba igualadísimo. No fue suficiente.
Una segunda parte en blanco
No volvió a ganar un torneo Nadal en 2006 desde la final de Wimbledon. Tuviese algo o no que ver aquel partido, lo cierto es que Rafa no se encontró con su mejor juego en pista dura. Defendía título en Toronto y cayó en tercera ronda con Berdych, uno de sus concurrentes verdugos. El checo haría lo propio en los cuartos de final de Madrid meses mas tarde, ciudad en la que también defendía muchos puntos, pues había vencido en 2005 en una agónica final con Ljubicic.
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Antes, en los cuartos de final de Cincinnati y el US Open, Ferrero y Yuzhny habían emulado a Tomas. Es verdad que no llegaban los títulos, pero al menos estaba en la terna por ellos. Algo fundamental para debutar en la Copa de Maestros y, una vez allí, tratar de hacer un gran papel. Si lo hizo o no, dejó que lo valoren los expertos. Pasó a semifinales con una fase de grupos sin excesiva brillantez. Blake lo derrocó en el primer día, pero supo revertir la situación con dos victorias ante Robredo y Davydenko. Pasar segundo cavó su tumba, pues le emparejó con Federer en semifinales y el suizo no perdonó. Puso punto final al 2006 de Nadal para, posteriormente, derrocar al norteamericano en la gran final. Gran año de Rafa, pero faltaba pulir detalles lejos de la tierra batida, sino iba a ser muy difícil luchar por otros Grand Slams que no fuesen Roland Garros.
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