Nadal se despide del tenis con unas cifras inimaginables que pueden tener como colofón final su sexta Copa Davis en Málaga
Muchas veces se dice que los títulos, cifras y récords se comienzan a valorar más una vez se retiran los deportistas. Es decir, a partir de hoy ya se podría comenzar a analizar el enorme legado de Rafa Nadal. 22 Grand Slams, el segundo de toda la historia, 36 Masters 1000, tan solo superado por Djokovic, 2 oros olímpicos…y la posibilidad de levantar su sexta Copa Davis como guinda del pastel. No existían precedentes de una gesta semejante, pues sus números transcienden de lo puramente deportivo.
El debate sobre quién es el mejor de la historia parece haberse decantado para el lado de Djokovic tras los Juegos Olímpicos. Un hecho que, lejos de dejar a Nadal en un segundo plano, engrandece su figura. Levantar tal cantidad de trofeos e incluso ser número 1 del mundo durante 209 semanas en la misma época que Novak y Federer es, simplemente, mayúsculo. Ganó el 82,6% de los 1307 partidos que disputó al más alto nivel. En tierra batida, su superficie favorita, la eficacia se eleva hasta el 90%.
Los 22 Grand Slams quizás sean los títulos más vistosos de su vitrina, pero cada entorchado tiene su intrahistoria particular. Desde el primero en Sopot con 18 años hasta el último en Roland Garros con 36. Toda una mayoría de edad entre medias llena de sacrificio, constante evolución y, sobre todo, pelea mental. Nadal no sería Nadal sin las lesiones que le han hecho más fuerte, pero podría ser que sin ellas su museo albergase, si cabe, más galardones.
La capacidad de adaptación
Lo más difícil no es llegar, es mantenerse. Son muchas las generaciones que han tratado de amedrentar el dominio del Big 3 y, más allá de algún partido esporádico, estos ni se han inmutado. Jugadores más veteranos y jugadores más jóvenes, todos rendidos a la supremacía de tres jugadores que, además de ganar tanto, se superando hasta a si mismos. Nadal, por estilo y lesiones, ha sido quién más ha tenido que ir adaptándose a los tiempos. Transformaciones que, como otras tantas cosas, hablan muy bien de él.
Nadal, en su homenaje en Madrid. Photo by Clive Brunskill/Getty Images
En sus primeros años podría decirse que se parecía al actual Alcaraz. Dicharachero y disfrutón en pista. Los problemas en su pie, que casi le dejan fuera de juego al comienzo de su carrera, e obligaron a ser más cauto, a reformular ciertos aspectos de sus golpes para no ejercer presión sobre él. Cada problema de abdominal le llevó a tener que cambiar su saque para que, una vez más, no sufriera la zona afectada. Pero no solo se trataba de lesiones, sino de tendencias de juego, de versatilidad.
Nadal nunca fue un jugador al que le gustase ser muy directo y, si vemos los cuartos de final de Roland Garros 2022, por ejemplo, le gana el partido a Djokovic a base de agresividad. Y, es que, si por algo destacó Rafa más allá de sus números, fue por su versatilidad. Primero enseñó a nuestro país que un español podía triunfar sobre hierba y luego dio lecciones de aprendizaje ante cada uno de sus rivales. Los números son increíbles, pero su figura transciende más allá de ellos. Nadal no será recordado por sus cifras, que también, sino por el legado tenístico y personal que dejará el próximo noviembre.
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