Alemania fue la primera tricampeona de la historia al levantar la Eurocopa de 1996, luego de vencer a Inglaterra en las semifinales y a la República Checa en la final
La décima edición de la Eurocopa, la de 1996, fue la primera vez a lo largo de la historia del campeonato que participaron 16 países. A diferencia del sistema clasificatorio utilizado desde Italia 1980, donde solo accedía el campeón de cada grupo, para Inglaterra 1996 se premió también al segundo. De esta forma, se conformarían cuatro grupos de cuatro naciones, pasando los dos mejores de cada uno, y conformándose los cruces desde cuartos de final hasta la gran final. Pese al cambio en el formato, la UEFA mantuvo el acceso directo a la fase final para el país anfitrión.
El despertar de la bestia
Tras la Copa del Mundo de Estado Unidos 1994, la imagen de Alemania quedó algo dañada. La defensa del tiítulo no fue la esperada por la afición, que tuvieron que ver cómo caían ante Bulgaria (2-1). Esa selección búlgara, liderada por Hristo Stoichkov y Iordan Letchkov creó un conflicto interno en el fútbol alemán. Berti Vogts fue cuestionado, pero el subcampeonato en Suecia 1992 le avaló para, al menos, dirigir durante la Eurocopa de 1996. Además, iconos de aquella tercera estrella mundialista, como Lothar Matthaus o Rudi Voller, no fueron convocados por distintos motivos. Teniendo en cuenta todas esas casuísticas, Alemania no era la favorita para alzar la EURO 1996, pero su grandeza histórica invitaba a desconfiar.
Después de un clasificatorio prácticamente perfecto, donde lograron 25 puntos de 30 posibles, accedió como líder del Grupo 7, precisamente junto a Bulgaria. Las quinielas hablaban de Inglaterra y Francia como favoritas, minusvalorando las opciones de que los alemanes se llevasen el trofeo. Los germanos fueron encasillados en el Grupo C junto a la República Checa, Italia y Rusia. El estreno de Die Mannschaft fue el 9 de junio de 1996 ante los checos. Dicho choque acabó con triunfo alemán por dos goles a cero. Nadie podría pensar que aquel encuentro sería el antecedente de la gran final, pero es sabido que así fue.
Unos días después, se midieron ante la Rusia de Viktor Onopko y Aleksandr Mostovoi, combinado al que le endosaron un duro 0-3 que supuso la clasificación matemática de los teutones a cuartos de final. Frente a Italia no hubo movimientos en el marcador, pero al empatar la República Checa ante los rusos, Alemania sería primera de grupo.
Del éxito en Old Trafford al silencio de Wembley
Alemania se enfrentó con Croacia, segunda clasificada del Grupo D. Los croatas contaban con una plantilla de gran nivel, con jugadores como Davor Suker, Zvonimir Boban, Robert Prosinecki o Robert Jarni. Se postulaba como una de las posibles revelaciones, sin embargo, su momento llegaría dos años después, en Francia 1998. Alemania, con cierto sufrimiento, les venció 2-1 con goles de Jurgen Klinsmann de penalti y de Matthias Sammer tras un rebote en el área. Con ese éxito, los detractores de Berti Vogts disminuyeron sensiblemente, pero sabían que las semifinales iban a ser una prueba de fuego: Inglaterra en Wembley.
Alemania-Inglaterra, clásico del fútbol europeo. Una rivalidad que trascendió de lo político a lo futbolístico y que ha protagonizado grandes choques en la historia del deporte rey. Los ingleses, con una quinta de futbolistas como Alan Shearer, Paul Gascoigne, Teddy Sheringham, David Seaman o Paul Ince, estaban llamados a hacer historia. Ante su gente, en su feudo y después de morir siempre en la orilla, nada podía salir mal.
Alan Shearer, a los tres minutos de juego, adelantó a su país con un testarazo a la salida de un córner. La respuesta de Alemania no tardó mucho en llegar, y a los dieciséis minutos, Kuntz devolvió el empate al marcador. La prensa británica criticó mucho ese gol, ya que Helmer, asistente de la jugada, estaba en posición antirreglamentaria. Ambas naciones hicieron todo lo posible por zanjar el encuentro en los noventa minutos, pero el partido se fue a la prórroga.
En el alargue, Anderton pudo cambiar el desenlace del encuentro con un disparo a bocajarro que se estrelló en la madera. Por su parte, Kuntz puso a su país por delante tras un gol de cabeza, pero este terminó siendo anulado por Sándor Puhl por falta en ataque. Ya en los penaltis, las dos selecciones se mantuvieron infalibles hasta la muerte súbita, cuando el fallo de Gareth Southgate y el posterior tanto de Moller, silenciaron Wembley.
Bierhoff vengó el penalti de Panenka
La República Checa, después de firmar un torneo soberbio, llegó a la final. En el camino dejó atrás a Portugal, tras un gol de vaselina de Poborsky, y a la Francia de Zinedine Zidane, tras vencer en la tanda de penaltis. Por primera vez, se repetía una final de la Eurocopa, en este caso, la de 1976.
La igualdad de la primera mitad impidió que apareciesen los goles. Alemania partía como gran favorita, pero la primera en golpear fue la República Checa. Tras un polémico penalti sobre Poborsky, Patrick Berger adelantó a su país desde los once metros. Restando veinte minutos para el final, Berti Vogts introdujo en el terreno de juego al delantero del Udinese Calcio, Oliver Bierhoff, en un cambio que trastornó de lleno el desenlace de la final.
Bierhoff, al poco de entrar en el partido, anotó el gol del empate con un cabezazo al palo corto, tras un centro lateral de Christian Ziege. La final se fue a la prórroga, y a diferencia de otras ocasiones, el campeón se definiría por el ‘gol de oro’. De esta forma, el primer país que marcase gol sería el legítimo rey de Europa. En el 95′, y tras un recorte dentro del área, Bierhoff marcó el tanto de la victoria, aprovechando el desafortunado despeje de Kouba, arquero checo. Veinte años después, Alemania se vengaba de Panenka y de la República Checa conquistando su tercera Eurocopa.