El heleno parece transformarse en el Principado, donde ya sumo tres títulos y unos números de absoluta estrella
Hay jugadores que, por diferentes motivos, se transforman cuando llegan a un lugar concreto. Sí que es más normal ver tenistas, especialistas en una superficie, que, por muy mal año que estén teniendo, resurgen entre sus cenizas cuando llega su gira. Es el caso de Casper Ruud, por ejemplo. Sin embargo, lo de Tsitsipás va más allá del material con el cual esté hecho la pista, pues Montecarlo es su casa, su zona de confort, allí donde recarga la batería de motivación y confianza en uno mismo.
El heleno estaba cuajando la que quizás es su peor inicio de campaña desde que se asentó en la élite. Abandonó el top 10 dejando huérfano al tenis de reveses a una mano, pero ahora ha vuelto más fuerte que nunca dejando a rivales de gran índole por el camino. El sorteo no le benefició para nada a orillas del Mediterráneo y que Stéfanos pudiera llegar a la final se antojaba una quimera, más aún cuando ninguno de los gallos cayó de primeras. No tuvo problema Tsitsipás, Zverev, Khachanov, Sinner y por último Ruud, todos cayeron rendidos a sus pies.
Siempre se dice que su termómetro o la mejor forma de medir el estado del heleno es su revés. Un golpe muy complicado y con el que resulta sencillo cometer errores o dirigir la bola con precisión. Esta semana le ha funcionado a la perfección, siendo no solo un arma de contención o fondo de pista, sino que también se ha atrevido a atacar y ser muy agresivo mediante ella.
Los números de Tsitsipás en el Principado
Este domingo Tsitsipás se alzó con su tercer título en Montecarlo. Unos número que, dejando a Nadal en un lado aparte, solo han sido capaces de firmar leyendas de la talla de Muster o Borg, absolutas leyendas sobre el polvo de ladrillo. Además, se convierte en el primer jugador de la era postBig 3 en sumar tres entorchados en un mismo Masters 1000, un hito a la altura de muy pocos, pues más allá de los cuatro grandes nadie lo logró en la anterior década.
Su dominio sobre el Principado es todavía más espeluznante cuando observamos el porcentaje de victorias a orillas del Mediterráneo. Tsitsipá ha jugado en 23 ocasiones sobre le tierra batida monegasca y en veinte de ellas ha salido airoso, lo que le otorga un 86,9 % de efectividad. Tan solo Rafa Nadal, con un 92,4 %, lo supera, dejando atrás nombres como el de Guillermo Coria o Mats Wilander.
La importancia del triunfo
Fue terminar la final y Stefanos se derrumbó y estuvo al borde de la lágrima en varias ocasiones. No es un triunfo cualquiera, es el que le permite ver la luz al final del túnel, respirar tras unos meses de desgracias y derrotas. No se escondió en rueda de prensa y soltó todo lo que se lleva callando en los últimos tiempos, aguantando y trabajando en la sombra para que, algún día, llegase una victoria tan esperada como la del domingo.
“Necesitaba una semana así, sobre todo después de los meses tan duros que he vivido desde la segunda mitad de 2023 hasta ahora. No ha sido mi mejor época, así que regresar y ganar el título era algo a lo que no apuntaba, simplemente llegó de forma natural. Ganar este torneo tres veces es algo que jamás hubiese imaginado”, comentaba el heleno.
“Necesito mantener una mente abierta y seguir mejorando, ya que, si no mejoras, las cosas empiezan a fluctuar y no van por el mismo camino que quiero construir. Hoy he visto algunas cosas en las que puedo mejorar, normalmente digo esto después de una derrota, pero también hay muchas cosas que aprender tras una victoria. Todavía hay algunas cosas aquí y allá que puedo añadir a mi juego y que me ayudarán a ser aún mejor», zanjó.