AFICIÓN DEPORTIVA TENIS Dimitrov, un retorno digno de sus comparaciones con Federer

Dimitrov, un retorno digno de sus comparaciones con Federer

Dimitrov

El búlgaro regresa al top 10 después de haber copado el podio internacional hace siete años, enalteciendo el poder del revés a una mano.

Finales de la década del 2000, un joven Grigor Dimitrov iniciaba su carrera ATP compaginándola todavía con el circuito júnior. Su país de procedencia, Bulgaria, era poco afín al deporte de la raqueta, pero no fue por ello por lo que se le sometió a una exacerbada presión. Su revés, a una mano, y su estilo de juego recuerdan a uno de lo más grandes de la historia, a Roger Federer. Casuística por la cual se le otorgó el apodo de `Baby Fed´, responsabilidad que le hizo más mal que bien.

Quince años más tarde, sin tanta presión como antaño, ha regresado a su máximo nivel y amenaza con convertirse en la revelación del año. Miami es su confirmación, donde ha dejado a tres top 10 por el camino para convertirse él mismo en un nuevo top 10 y citarse con Sinner en una épica final. A sus 33 años, edad a la que murió y resucitó Jesucristo, Dimitrov parece haberse decantado por lo segundo para deleite de los forofos al revés a una mano.

Un ascenso a pequeños pasos

Grigor demostró desde un inicio que no iba a tener la precocidad de Rafa, Roger o Novak, pero que, con el tiempo, sí que podría hacerles frente. En 2009 comenzó a recibir muchas wild cards debido a su dominio aplastante en júnior y destacó con victorias sobre Berdych o llevando a Nadal al límite en Rotterdam. Pese a ello, su primer título en el circuito ATP no llegaría hasta cuatro años más tarde en Estocolmo, donde se deshizo de David Ferrer, por entonces número 3 del mundo, en la final.

Dimitrov

Meses antes había ganado a Djokovic en Madrid, dándose a conocer por completo y proclamándose como el futuro Federer. Poco a poco, sin querer correr antes de aprender a andar, fue escalando puestos en el ránking y presentándose como un jugador muy polivalente, pues en 2014 levantó tres títulos, uno sobre cada superficie. Tras unas temporadas de impasse, alcanzó su mejor nivel en 2017, temporada en la que alcanzó el podio internacional.

Un año donde levantó el Masters 1000 de Cincinnati y la Copa de Maestros, además de otros dos títulos en Sofia (su casa) y Brisbane. En aquel momento se convirtió en un oponente muy complicado de batir, basando su juego en una intensidad muy constante, golpes ejecutados a gran velocidad y precisión. Las agónicas semifinales del Australian Open frente a Nadal en 2018, la viva imagen de ello.

Un estancamiento fruto de la presión

La presión de rozar el cielo y de hacer frente a los mejores del mundo le pasó factura. Las siguientes seis temporadas estuvieron marcadas por la inestabilidad, la irregularidad y las lesiones en su maltrecho hombro. Se mantuvo como un jugador peligroso que, si tenía el día, podía derrocar a cualquiera, pero el apodo de `Baby Fed´ fue desvaneciéndose con el paso de las temporadas.

Dimitrov

Terminó todas las temporadas dentro del top 30, pero para el aficionado ya había desaparecido del mapa. Tal era el fiasco y la desilusión que, en la retina de muchos, parecía un jugador retirado o un ejemplo parecido al de Murray o Thiem en la actualidad. Sin embargo, Dimitrov siguió trabajando entre bambalinas, en silencio, sabedor de que, en algún momento, se le aparecería una oportunidad y él iba a estar preparado para aprovecharla.

A finales de 2023 ya dio muestras de que estaba regresando, de que su cañón en el revés iba carburando poco a poco, como si estuviese esperando, atrincherado, a que el enemigo compareciese. El Masters de París le dio esa confianza y motivación de creerse de que todavía le quedaba cuerda y mucho que ofrecer al tenis. Allí tan solo un excelso Novak Djokovic logró derribarlo y a Tsitsipás le dejó claro que él iba a ser el gran exponente del revés a una mano.

Un ave fénix denominada Grigor Dimitrov

Ya no es `Baby Fed´, no es el sucesor de Roger ni la estrella que se quedó por el camino, es Grigor Dimitrov. El búlgaro disfruta deslizándose por la pista independientemente de su rival y, a principios de este mismo año, puso fin a una larga racha de siete años sin títulos. Un trofeo que tampoco fue vital para el búlgaro en lo deportivo, sino en lo mental. Confirmó que podía ganar a cualquiera.

Dimitrov

“Ahora soy mejor jugador que en aquel entonces. Creo que debido al estilo de todos los demás, también tuve que alterar un poco el mío, tuve que encontrar una manera de superar a esos tipos poderosos de manera diferente. Todo el mundo lo ha visto ahora, que estoy jugando un poco diferente a como solía jugar antes. He visto diferentes generaciones a lo largo de los años y todo el tiempo tuve que adaptarme”, explicaba sobre sus diferencias respecto a 2017.

Sinner le espera en la final. Un jugador que tan solo ha perdido tres partidos de sus últimos 44, que ya ha levantado dos títulos este mismo año, que de ganar se coloca como número dos del mundo…pero a quién Dimitrov no tiene miedo. No lo tiene porque ha desarrollado gran parte de su carrera junto al Big 4, hecho que le ha forjado mentalmente para la actualidad. “Los títulos están muy bien, pero el camino sin ellos (el Big 4) es un poco triste”, comentaba tras derrocar a Zverev en `semis´.

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